sábado, mayo 31, 2008

ALQUERIA de BARRINTO.- Marchalenes

ALQUERIA de BARRINTO
Marchalenes



Juan B. Viñals Cebriá













Al recordar la importancia de la alquería de Barrinto, viene asociada a la popularísima “estacioneta” de Marchalenes y la evocación que entre su entorno destacaban los talleres de ferrocarriles con su cubierta de Uralita y sus frontis principal y posterior
construido de buenas y robustas maderas, donde se aparcaban locomotoras y vagones para su aseo y puesta apunto. Justo enfrente emergía la casona conocida popularmente como de Barrinto, la cual sobresalía de manera especial su floreciente negocio de aceites (anteriormente había sido criadero de cerdos, según nos reveló nuestro particular amigo Félix Valls Pons). Recuerdo aquel antiguo luminoso ambiente, entre rural y periferia de ciudad, donde te encontrabas con la extemporánea “casilla” de la guarda barrera, y después al caminar un corto trecho de la calle de Montanyana, se alcanzaba la residual calle de Marchalenes (uno de los espacios en toda la barriada, donde la calzada disponía de unos rojizos y gruesos adoquines), y así hasta casi el final de la calle.

Antaño, los lugareños decíamos a este significado lugar “Casa de Barrinto”, es como se conocía popularmente el negocio y lugar de viviendas de esta considerada familia. Históricamente parte del edificio data del s. XIV, posteriormente ha ido adecuándose después a economías y ciclos cambiantes). El mencionado enclave comercial y viviendas de los propietarios se encontraba situado entre la parte posterior de la -estacioneta- y en el callejero quedaba integrado dentro del “carrer Montanyana”, del que hoy tan solo queda un ignorado y corto tramo (posiblemente reminiscencias de la renombrada Vía Augusta) junto la nueva biblioteca Joanot Martorell; en la parte opuesta, todo eran campos de huerta hasta que se alcanzaba el camí nou, o viejo camino Barcelona (Avenida Constitución).

El espacio que rodeaba la importante casona y aledaños, en la década de los años treinta, a aun conservaban cierto aspecto de lo que los valencianos llamábamos un “llogaret”, en cuya construcción se observaban tápiales tardomedievales de anchos tendeles, un olivo centenario, alto, recio, de tronco añoso situado en la esquina de la casa, donde en ese lugar, se había perforado un orificio donde se colocaba una cadena que alcanzaba hasta el mojón situado junto al mencionado olivo. Cuando los propietarios tensaban la mencionada cadena impedía el paso de vehículos y carros. A su lado antes de convertirse en la biblioteca Joanot Martorell te encontrabas con restos de una antigua puerta de sillería, en parte desmontada. Por los muros se veían por aquí y por allá piedras repetidamente cimentadas, para nuevos y muy diversos usos: acequias, braços y braçals, cimentaciones modernas, etc. Tras todo ello los restos de un patio formado en su entorno una serie de casitas con un solo piso, principios del s. XX, un patio aún solado por grandes adoquines de rodeno, junto al cual adquieren cierta presencia de unas casas, producto en parte de la transformación de los volúmenes de la antigua alquería reformada sobriamente en 1914. Tras los hierros y las ménsulas formadas en mortero y largo tiempo sin ser adecentadas o blanqueadas de cal, se puede observar aún la presencia de un volumen compacto, de vacíos correspondientes a razones distintas, a niveles hoy inexistentes, que nos hablan del paso del tiempo, de la permanencia de su pasado. En torno al resto del patio encontramos otros volúmenes mas limpios, construido de ladrillo y en alguna nave con techumbre de frágil Uralita allí está o estaba la primitiva y única almazara que creemos que ha existido, se trata de un arcaico molino de aceite de cacahuete primera transformación industrial que experimentó este negocio, después del anterior negocio de engorde porcino. En el suelo una pequeña elevación de trazado sinuoso se acercaba hacia el patio y lo atravesaba, bajo ella la histórica acequia de Rascanya proveniente del “encreuament o bollidor” que formaba junto a la de Mestalla, artefacto hidráulico próximo al renombrado puente del “anell” que servia de conexión entre los viejos poblados de Marjalena/Marchalenes y Campanar.
Las acequias (ár. Sekia), Rascanya, Mestalla, Tormos, Petra, y el “goleró de l`Esperança”,“braços i braçals” que han posibilitado la existencia de los circunvecinos molinos Bas, Esperanza, Plantes y Serra y de estas huertas centenarias donde se encontraban entre otros, los desaparecidos caseríos de la l`Olleria, Sarso (después barrio Barrinto), Casas del Real (mija galta)actualmente Actor Mora, y las alquerías de Castelló (Foraster), Ollers, Guinart, Montesinos, Casinet, Giner o Ciri, Ballador, Geroni de lloca, Farinós, Aznar, Rossafenc, Bonica, Serimomos, Pedaç etc.
Dentro del recinto del nuevo parque de Marchalenes además de la alquería Barrinto, permanecen las alquerías de Félix (s.XV), Clotilde Goreti(Lluna) (1914), Voro de barraca (1919), restos de un paisaje huertano donde se aprecia que aquí, hubo una manera de vivir, y una cultura eminentemente horticultora, donde hasta hace muy poco de tiempo aun se podía contemplar el manifestado arraigo a la huerta. El nuevo paisaje es distinto, se puede y se debe de incluir entre un fragmentado híbrido, donde conviven con otras lógicas, incluso que albergan otros usos, pero que permiten la mirada hacia la tierra, que no borran huellas y permiten que la memoria recobre el sentido que antaño tenían estos “llogarets” casi bizantinos en la configuración de esta antaño lugar huertano próximo donde se constituían las peculiares y determinativas -terres marjalenques- que dieron origen al topónimo, de este antiquísimo arrabal lacustre de –vora riu”
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Miguel Llácer Bosbach.- Licenciado en Geografía e Historia y socio de ACOPAH, nos ofrece sobre la alquería Barrinto, esta interesante y documentada descripción histórica científica.-
Existen fragmentos coherentes de otras épocas que se han conservado dentro de la arquitectura del S. XV- XVI que hemos tomado como referencia en la restauración, es el caso de la cocina de inicios del s. XIX, una cocina rural bien conservada, completa, con un buen ejemplo de chimenea y un espléndido sistema hidráulico doméstico en perfectas condiciones. Restos de escaleras tardomedievales, junto a fragmentos de escaleras dieciochescas. Pero sobre todo se han conservado huellas de épocas pasadas, o bien más actuales: arcos, dinteles, fragmentos de muros. La intervención se apoya en dos pilares importantes: la métrica y la materia. Este edificio ya ha sufrido a lo largo de su historia riadas, asedios, inundaciones y hasta el impacto cercano de un obús durante la Guerra Civil. Su origen data de la primera mitad del siglo XIV. A lo largo del siglo XV se le añaden nuevos espacios destinados ala actividad agropecuaria. La elevada complejidad de este edificio peri urbano delata un espacio doméstico altamente sotisficado donde cohabitaban estancias o habitaciones de carácter privado destinadas a reposo y residencia ocasional del propietario de casal junto a un corolario de dependencias vinculado a las diversas tareas del campo - graneros, lagares, amasadores, corrales, almacenes, establos, gallineros, pajares, etc.- y la existencia cotidiana de los labradores - patio, porche, comedor, cocina, etc.- Fue en el siglo XVI, cuando se le incorporan elementos suntuarios que transforman y acondicionan la alquería como vivienda señorial, copia de otros edificios suntuarios de la ciudad.
De ese siglo son las tracerías de yeso de las puertas, los pavimentos góticos, los
"festejadors", ... Estos últimos están situados en 2 de las salas. Son dos pequeños
asientos enfrentados a ambos lados de las ventanas con el suficiente espacio entre ambos para que las parejas pudieran hablar a una distancia prudencial bajo la atenta mirada de algún familiar. También son del siglo XVI las primeras referencias documentales que de forma directa hacen mención a esta construcción. Su espacio interior recuerda la planta de palacio gótico urbano (copia de la planta basilical).
Las ampliaciones se sucedieron hasta el siglo XIX, cuando se construyen viviendas adosadas. Avanzado el siglo XX Será a finales cuando, a partir de un trabajo de Francisco Vidal, el arquitecto técnico Rafael Pastor dirigió una notable restauración para convertir la construcción en biblioteca y en centro de recepción para visitantes. Se ha restaurado todo el edificio respetando los elementos históricos del mismo y quitando aquellas intervenciones que sufrió la fábrica original para devolver al ciudadano el aspecto original de la bella alquería. Sacó a la luz dependencias ocultas, arcos cegados, tracerías de yeso que obligaron a Miguel del Rey a cambiar su proyecto inicial y recolocar la maquinaria del ascensor y del aire acondicionado en un cubo de hormigón adosado a la alquería. En la zona inferior rodeado de tabiques había una pilastra de origen probablemente romano. En los extremos de la gran viga de madera que cruza el techo de la sala de recepción, la labor de limpieza ha sacado a la luz los can policromados del siglo XVI con los rostros de los dueños de la alquería, aunque el de ella está muy deteriorado. La entrada es un vestíbulo de acceso central con entrada por la puerta del siglo XVI. Es el lugar más característico de la alquería, muy propio del gótico civil valenciano, con un sistema de escaleras que le proporcionan una particular especialidad.
El pavimento de la entrada se ha tenido que rehacer siguiendo las medidas originales, pero los dos arcos apuntados que dan paso a la biblioteca son originales así como el pavimento gótico de la escalera del XVI.
La otra escalera es del XVIII y conduce a la sala principal, donde también se encontró una pequeña superficie de pavimento gótico que sirvió de muestra para
la fabricación del actual. En torno a este espacio se conservan dos cocinas adaptadas a los nuevos usos los lagares y bodegas completan las dependencias de la planta baja transformadas. La cocina que se ve es de finales del XVIII: pozo, pila, chimenea, bancada, alacena. El tradicional pozo comunica mediante un embudo de cerámica con un abrevadero de piedra para los animales que se encontraban en el vestíbulo del edificio. Toda ella se ha restaurado y se conserva íntegramente.
Por la escalera oeste se accede a una sala de entreplanta, más otra sala en la planta alta, ambas con puestos de yeserías muy características en esta arquitectura e incluso con soldados del siglo XVI. Desde este vestíbulo principal se puede acceder también a la sala principal del XVI, una sala que reproduce un solado característico de esta arquitectura señorial tardo medieval. Las vigas de madera han sido restauradas y consolidadas con resinas de epoxi y fibra de vidrio. Otras afectadas de pudrición o por xilófagos se sustituyeron por nuevas. Los muros de tapial que no podían recuperarse se han reforzado con una lámina de hormigón. Para ello se empleó una técnica muy parecida a la del tapial con encofrado de madera que le ha trasdosado sus vetas y nudos al hormigón. Además las zonas afectadas por la humedad se han tratado con electro ósmosis. Los cambios en la altura de la alquería fruto de las diferentes épocas también han dejado su huella en los parámetros. Hasta cierta altura el tapial es el elemento principal. A partir de ahí hasta la cubierta el paño continúa con ladrillo de tejar. Las cubiertas son de teja árabe. Las correas apoyan en el muro mediante unas pletinas atornilladas y una base de poliestireno expandido para absorber las dilataciones de la madera.
Le siguen los cabirones entreplacados de ladrillo y finalmente dos placas de compresión con una intermedia como asilamiento térmico a base de placas machambradas de poliestreno extrusionado.
Un capbreu del monasterio de la Saidïa de 1536 indica a Magdalena Figueroa omo la titular de la alquería y ocho cahizados de tierra huerta sita et posita in ordino. Es esta la primera mención conocida del edificio coincidiendo con la consolidación definitiva de la planta de la alquería que dan a la construcción el carácter de vivienda rural señorial (símbolo del esplendor de la familia), aunque trabajada por la familia Montesinos. Los Figueroa ostentaron los títulos de marqueses
de Serdanyola y de Boyl y barones de Náquera en la huerta de Valencia. Los Montesinos permanecieron en esta vivienda como arrendatarios de los Boil hasta bien superado el ecuador del 800, siendo su última cabeza visible Bautista Montesinos Rodrigo.
A partir de la década de los años 70, Salvador Alfonso Rubio, yerno del anterior, se hizo con las riendas de esta explotación. Tiempo después asimilaría la titularidad de esta familia labradora el hijo de este último Bautista Alfonso Montesinos, el cual aprovechando la coyuntura de acelerada desintegración de los bienes del marqués de Cerdanyola en la huerta del cap i casal procedió a la compra de la vieja alquería y sus tierras. Será este último quien procedió a la construcción de la Fábrica de aceite de cacahuete después de 1916 y que a partir de los años 30 se reorientará hacia el negocio del aceite de oliva distribuyéndolo tanto a particulares como a entidades oficiales y establecimientos oficiales.
La estación de ferrocarriles de cercanías de Marchalenes ha quedado ahora privada de los raíles y descontextualizada (su papel lo hace ahora el tranvía). No es un edificio monumental pero sí espacioso, bien construido y bien dispuesto para su objetivo. Tiene un solo piso sobre andén. Los 18 departamentos y dependencias desahogados a abren nada menos que 11 puertas. Ahora se ha restaurado y pintado en marrón y amarillo. Ya produjo en su momento importantes trastornos en la morfología del tejido rural de este espacio de extramuros”.


Al concluir este breve bosquejo referido a la conocida alquería de Barrinto, situada en el antiguo arrabal de Marchalenes, es como una pequeña muestra y recuerdo, de lo que fue antaño para nosotros este importante núcleo entre comercial y morada, y su trasiego en nuestra ya lejana niñez.




Fin



BIBLIOGRAFIA
Miguel Llacer Bosbach -(ACOPAH.-1999),
Juan B. Viñals Cebriá.-“Marchalenes Huerta y (…)” 2001

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