sábado, mayo 31, 2008

ALQUERIA de BARRINTO.- Marchalenes

ALQUERIA de BARRINTO
Marchalenes



Juan B. Viñals Cebriá













Al recordar la importancia de la alquería de Barrinto, viene asociada a la popularísima “estacioneta” de Marchalenes y la evocación que entre su entorno destacaban los talleres de ferrocarriles con su cubierta de Uralita y sus frontis principal y posterior
construido de buenas y robustas maderas, donde se aparcaban locomotoras y vagones para su aseo y puesta apunto. Justo enfrente emergía la casona conocida popularmente como de Barrinto, la cual sobresalía de manera especial su floreciente negocio de aceites (anteriormente había sido criadero de cerdos, según nos reveló nuestro particular amigo Félix Valls Pons). Recuerdo aquel antiguo luminoso ambiente, entre rural y periferia de ciudad, donde te encontrabas con la extemporánea “casilla” de la guarda barrera, y después al caminar un corto trecho de la calle de Montanyana, se alcanzaba la residual calle de Marchalenes (uno de los espacios en toda la barriada, donde la calzada disponía de unos rojizos y gruesos adoquines), y así hasta casi el final de la calle.

Antaño, los lugareños decíamos a este significado lugar “Casa de Barrinto”, es como se conocía popularmente el negocio y lugar de viviendas de esta considerada familia. Históricamente parte del edificio data del s. XIV, posteriormente ha ido adecuándose después a economías y ciclos cambiantes). El mencionado enclave comercial y viviendas de los propietarios se encontraba situado entre la parte posterior de la -estacioneta- y en el callejero quedaba integrado dentro del “carrer Montanyana”, del que hoy tan solo queda un ignorado y corto tramo (posiblemente reminiscencias de la renombrada Vía Augusta) junto la nueva biblioteca Joanot Martorell; en la parte opuesta, todo eran campos de huerta hasta que se alcanzaba el camí nou, o viejo camino Barcelona (Avenida Constitución).

El espacio que rodeaba la importante casona y aledaños, en la década de los años treinta, a aun conservaban cierto aspecto de lo que los valencianos llamábamos un “llogaret”, en cuya construcción se observaban tápiales tardomedievales de anchos tendeles, un olivo centenario, alto, recio, de tronco añoso situado en la esquina de la casa, donde en ese lugar, se había perforado un orificio donde se colocaba una cadena que alcanzaba hasta el mojón situado junto al mencionado olivo. Cuando los propietarios tensaban la mencionada cadena impedía el paso de vehículos y carros. A su lado antes de convertirse en la biblioteca Joanot Martorell te encontrabas con restos de una antigua puerta de sillería, en parte desmontada. Por los muros se veían por aquí y por allá piedras repetidamente cimentadas, para nuevos y muy diversos usos: acequias, braços y braçals, cimentaciones modernas, etc. Tras todo ello los restos de un patio formado en su entorno una serie de casitas con un solo piso, principios del s. XX, un patio aún solado por grandes adoquines de rodeno, junto al cual adquieren cierta presencia de unas casas, producto en parte de la transformación de los volúmenes de la antigua alquería reformada sobriamente en 1914. Tras los hierros y las ménsulas formadas en mortero y largo tiempo sin ser adecentadas o blanqueadas de cal, se puede observar aún la presencia de un volumen compacto, de vacíos correspondientes a razones distintas, a niveles hoy inexistentes, que nos hablan del paso del tiempo, de la permanencia de su pasado. En torno al resto del patio encontramos otros volúmenes mas limpios, construido de ladrillo y en alguna nave con techumbre de frágil Uralita allí está o estaba la primitiva y única almazara que creemos que ha existido, se trata de un arcaico molino de aceite de cacahuete primera transformación industrial que experimentó este negocio, después del anterior negocio de engorde porcino. En el suelo una pequeña elevación de trazado sinuoso se acercaba hacia el patio y lo atravesaba, bajo ella la histórica acequia de Rascanya proveniente del “encreuament o bollidor” que formaba junto a la de Mestalla, artefacto hidráulico próximo al renombrado puente del “anell” que servia de conexión entre los viejos poblados de Marjalena/Marchalenes y Campanar.
Las acequias (ár. Sekia), Rascanya, Mestalla, Tormos, Petra, y el “goleró de l`Esperança”,“braços i braçals” que han posibilitado la existencia de los circunvecinos molinos Bas, Esperanza, Plantes y Serra y de estas huertas centenarias donde se encontraban entre otros, los desaparecidos caseríos de la l`Olleria, Sarso (después barrio Barrinto), Casas del Real (mija galta)actualmente Actor Mora, y las alquerías de Castelló (Foraster), Ollers, Guinart, Montesinos, Casinet, Giner o Ciri, Ballador, Geroni de lloca, Farinós, Aznar, Rossafenc, Bonica, Serimomos, Pedaç etc.
Dentro del recinto del nuevo parque de Marchalenes además de la alquería Barrinto, permanecen las alquerías de Félix (s.XV), Clotilde Goreti(Lluna) (1914), Voro de barraca (1919), restos de un paisaje huertano donde se aprecia que aquí, hubo una manera de vivir, y una cultura eminentemente horticultora, donde hasta hace muy poco de tiempo aun se podía contemplar el manifestado arraigo a la huerta. El nuevo paisaje es distinto, se puede y se debe de incluir entre un fragmentado híbrido, donde conviven con otras lógicas, incluso que albergan otros usos, pero que permiten la mirada hacia la tierra, que no borran huellas y permiten que la memoria recobre el sentido que antaño tenían estos “llogarets” casi bizantinos en la configuración de esta antaño lugar huertano próximo donde se constituían las peculiares y determinativas -terres marjalenques- que dieron origen al topónimo, de este antiquísimo arrabal lacustre de –vora riu”
***
Miguel Llácer Bosbach.- Licenciado en Geografía e Historia y socio de ACOPAH, nos ofrece sobre la alquería Barrinto, esta interesante y documentada descripción histórica científica.-
Existen fragmentos coherentes de otras épocas que se han conservado dentro de la arquitectura del S. XV- XVI que hemos tomado como referencia en la restauración, es el caso de la cocina de inicios del s. XIX, una cocina rural bien conservada, completa, con un buen ejemplo de chimenea y un espléndido sistema hidráulico doméstico en perfectas condiciones. Restos de escaleras tardomedievales, junto a fragmentos de escaleras dieciochescas. Pero sobre todo se han conservado huellas de épocas pasadas, o bien más actuales: arcos, dinteles, fragmentos de muros. La intervención se apoya en dos pilares importantes: la métrica y la materia. Este edificio ya ha sufrido a lo largo de su historia riadas, asedios, inundaciones y hasta el impacto cercano de un obús durante la Guerra Civil. Su origen data de la primera mitad del siglo XIV. A lo largo del siglo XV se le añaden nuevos espacios destinados ala actividad agropecuaria. La elevada complejidad de este edificio peri urbano delata un espacio doméstico altamente sotisficado donde cohabitaban estancias o habitaciones de carácter privado destinadas a reposo y residencia ocasional del propietario de casal junto a un corolario de dependencias vinculado a las diversas tareas del campo - graneros, lagares, amasadores, corrales, almacenes, establos, gallineros, pajares, etc.- y la existencia cotidiana de los labradores - patio, porche, comedor, cocina, etc.- Fue en el siglo XVI, cuando se le incorporan elementos suntuarios que transforman y acondicionan la alquería como vivienda señorial, copia de otros edificios suntuarios de la ciudad.
De ese siglo son las tracerías de yeso de las puertas, los pavimentos góticos, los
"festejadors", ... Estos últimos están situados en 2 de las salas. Son dos pequeños
asientos enfrentados a ambos lados de las ventanas con el suficiente espacio entre ambos para que las parejas pudieran hablar a una distancia prudencial bajo la atenta mirada de algún familiar. También son del siglo XVI las primeras referencias documentales que de forma directa hacen mención a esta construcción. Su espacio interior recuerda la planta de palacio gótico urbano (copia de la planta basilical).
Las ampliaciones se sucedieron hasta el siglo XIX, cuando se construyen viviendas adosadas. Avanzado el siglo XX Será a finales cuando, a partir de un trabajo de Francisco Vidal, el arquitecto técnico Rafael Pastor dirigió una notable restauración para convertir la construcción en biblioteca y en centro de recepción para visitantes. Se ha restaurado todo el edificio respetando los elementos históricos del mismo y quitando aquellas intervenciones que sufrió la fábrica original para devolver al ciudadano el aspecto original de la bella alquería. Sacó a la luz dependencias ocultas, arcos cegados, tracerías de yeso que obligaron a Miguel del Rey a cambiar su proyecto inicial y recolocar la maquinaria del ascensor y del aire acondicionado en un cubo de hormigón adosado a la alquería. En la zona inferior rodeado de tabiques había una pilastra de origen probablemente romano. En los extremos de la gran viga de madera que cruza el techo de la sala de recepción, la labor de limpieza ha sacado a la luz los can policromados del siglo XVI con los rostros de los dueños de la alquería, aunque el de ella está muy deteriorado. La entrada es un vestíbulo de acceso central con entrada por la puerta del siglo XVI. Es el lugar más característico de la alquería, muy propio del gótico civil valenciano, con un sistema de escaleras que le proporcionan una particular especialidad.
El pavimento de la entrada se ha tenido que rehacer siguiendo las medidas originales, pero los dos arcos apuntados que dan paso a la biblioteca son originales así como el pavimento gótico de la escalera del XVI.
La otra escalera es del XVIII y conduce a la sala principal, donde también se encontró una pequeña superficie de pavimento gótico que sirvió de muestra para
la fabricación del actual. En torno a este espacio se conservan dos cocinas adaptadas a los nuevos usos los lagares y bodegas completan las dependencias de la planta baja transformadas. La cocina que se ve es de finales del XVIII: pozo, pila, chimenea, bancada, alacena. El tradicional pozo comunica mediante un embudo de cerámica con un abrevadero de piedra para los animales que se encontraban en el vestíbulo del edificio. Toda ella se ha restaurado y se conserva íntegramente.
Por la escalera oeste se accede a una sala de entreplanta, más otra sala en la planta alta, ambas con puestos de yeserías muy características en esta arquitectura e incluso con soldados del siglo XVI. Desde este vestíbulo principal se puede acceder también a la sala principal del XVI, una sala que reproduce un solado característico de esta arquitectura señorial tardo medieval. Las vigas de madera han sido restauradas y consolidadas con resinas de epoxi y fibra de vidrio. Otras afectadas de pudrición o por xilófagos se sustituyeron por nuevas. Los muros de tapial que no podían recuperarse se han reforzado con una lámina de hormigón. Para ello se empleó una técnica muy parecida a la del tapial con encofrado de madera que le ha trasdosado sus vetas y nudos al hormigón. Además las zonas afectadas por la humedad se han tratado con electro ósmosis. Los cambios en la altura de la alquería fruto de las diferentes épocas también han dejado su huella en los parámetros. Hasta cierta altura el tapial es el elemento principal. A partir de ahí hasta la cubierta el paño continúa con ladrillo de tejar. Las cubiertas son de teja árabe. Las correas apoyan en el muro mediante unas pletinas atornilladas y una base de poliestireno expandido para absorber las dilataciones de la madera.
Le siguen los cabirones entreplacados de ladrillo y finalmente dos placas de compresión con una intermedia como asilamiento térmico a base de placas machambradas de poliestreno extrusionado.
Un capbreu del monasterio de la Saidïa de 1536 indica a Magdalena Figueroa omo la titular de la alquería y ocho cahizados de tierra huerta sita et posita in ordino. Es esta la primera mención conocida del edificio coincidiendo con la consolidación definitiva de la planta de la alquería que dan a la construcción el carácter de vivienda rural señorial (símbolo del esplendor de la familia), aunque trabajada por la familia Montesinos. Los Figueroa ostentaron los títulos de marqueses
de Serdanyola y de Boyl y barones de Náquera en la huerta de Valencia. Los Montesinos permanecieron en esta vivienda como arrendatarios de los Boil hasta bien superado el ecuador del 800, siendo su última cabeza visible Bautista Montesinos Rodrigo.
A partir de la década de los años 70, Salvador Alfonso Rubio, yerno del anterior, se hizo con las riendas de esta explotación. Tiempo después asimilaría la titularidad de esta familia labradora el hijo de este último Bautista Alfonso Montesinos, el cual aprovechando la coyuntura de acelerada desintegración de los bienes del marqués de Cerdanyola en la huerta del cap i casal procedió a la compra de la vieja alquería y sus tierras. Será este último quien procedió a la construcción de la Fábrica de aceite de cacahuete después de 1916 y que a partir de los años 30 se reorientará hacia el negocio del aceite de oliva distribuyéndolo tanto a particulares como a entidades oficiales y establecimientos oficiales.
La estación de ferrocarriles de cercanías de Marchalenes ha quedado ahora privada de los raíles y descontextualizada (su papel lo hace ahora el tranvía). No es un edificio monumental pero sí espacioso, bien construido y bien dispuesto para su objetivo. Tiene un solo piso sobre andén. Los 18 departamentos y dependencias desahogados a abren nada menos que 11 puertas. Ahora se ha restaurado y pintado en marrón y amarillo. Ya produjo en su momento importantes trastornos en la morfología del tejido rural de este espacio de extramuros”.


Al concluir este breve bosquejo referido a la conocida alquería de Barrinto, situada en el antiguo arrabal de Marchalenes, es como una pequeña muestra y recuerdo, de lo que fue antaño para nosotros este importante núcleo entre comercial y morada, y su trasiego en nuestra ya lejana niñez.




Fin



BIBLIOGRAFIA
Miguel Llacer Bosbach -(ACOPAH.-1999),
Juan B. Viñals Cebriá.-“Marchalenes Huerta y (…)” 2001

sábado, mayo 24, 2008

PERMANENCIA DE LOS MUSULMANES EN MARCHALENES ARRABAL DEL SEPTENTRIÓN DE EXTRAMUROS DE LA CIUDAD DE VALENCIA

PERMANENCIA DE LOS MUSULMANES EN MARCHALENES ARRABAL DEL SEPTENTRIÓN DE EXTRAMUROS DE LA CIUDAD DE VALENCIA
JUAN B. VIÑALS CEBRIÁ
Es interesante saber que antes y después de la conquista del Reino de Valencia por Jaime I, la casi totalidad de los moradores del antiquísimo raval de Marjalena/Marchalenes eran musulmanes, y que permanecieron en esta partida marjalenca hasta la aparición del decreto firmado por Felipe III, el día 11 de septiembre de 1609, por el que se ordenaba expulsar a todos los moriscos de todos los reinos de España y a tal fin, el virrey de Valencia dispuso todo. Tomadas las cautelas favorables, mandó publicar un bando el día 22 de septiembre del mismo año, fijándolos en los lugares de costumbre, ordenándose, entre otras cosas que en el término de tres días, a contar desde la fecha de publicación, salieran de esta ciudad y lugares donde vivían, para embarcarse en el punto de donde dispusieran los comisarios para ser conducidos forzosamente a las costas de Berbería. Fueron muchos los expulsados que marcharon al destierro, llevando consigo y en el más hondo de su corazón el dolor de tener que abandonar a la fuerza su querida y amada patria valenciana.
Existen documentos que hacen mención expresa de la permanencia de los musulmanes por estas vegas y huertas, y de lo mucho que tardaron luego en abandonar este “raval”. Por los mismos documentos podemos saber y conocer el empeño y celo religioso que pusieron los padres Agustinos, poderosamente secundados por el patriarca Juan de Ribera, Arzobispo de Valencia, para que en el año 1604 con toda celeridad se levantara y construyese en la parte izquierda del río Turia, el convento de Santa Mónica, precisamente en el camino de Murviedro por estar este núcleo habitado por un número inferior de árabes a los que moraban en el populoso arrabal de terres marjalenques.
En 1904, el padre Luís María Minguet publicó “Historia del convento de Santa Mónica de Valencia” que reproduce algunos fragmentos del “Tratado de la capitulación de Valencia” donde se puede leer: “Otra de la gran parte de la morisma vivía en los arrabales del margen izquierdo del Turia y se hallaba esparcida por la deliciosa vega, morando en barracas*, alquerías pueblos de señorío, cuyos nombres remontaban su origen al de sus fundadores, ascendientes de los que a la razón se hallaban dedicados a la agricultura, rindiendo vasallaje a sus conquistadores”. La lectura que narra este momento histórico después de terminada la conquista de Valencia por los cristianos, nos demuestra que se quedaron y permanecieron en estas tierras un elevado número de pobladores musulmanes. El mencionado padre Luís María Minguet, como si quisiera remarcar y hacernos saber la tardía presencia de los agarenos en estas huertas; en su citado libro nos ofrece una muy poco conocida descripción de los pobladores de este arrabal de extramuros de la ciudad, cuando en esta ocasión reproduce el relato de unos hechos y circunstancias narrados por fray Jaime Jordán en su completísima obra titulada “Historia de la Corona de Aragón de la Sagrada orden de los Ermitaños de N.P. San Agustín”, donde se nos ofrece una clara y manifiesta diferenciación respecto a los numerosísimos moradores musulmanes residentes en el arrabal de extramuros de la ciudad de Valencia, y la importancia que en la época tenía este populoso arrabal, ya que los historiadores no dudan en considerarle y compararle con Argel, la capital de Argelia, nación africana de la otra orilla del mar Mediterráneo. Esta olvidada y fundamentada realidad histórica hay que agradecer que aparezca publicada en el referido libro ya que nos sirve como una muestra más de la reconocida importancia que en la antigüedad se le concedía a este poblado. Por su indudable valor histórico reproducimos íntegramente el siguiente fragmento: “Los numerosos moriscos que moraban en los arrabales de la orilla izquierda del río fue causa de que los habitantes de Marchalenes se les designase comúnmente con el nombre de moradores de Argel y al arrabal inmediato, o sea la calle Murviedro, se le llamase Argel pequeño o como se dice en valenciano “algeret”.

Otros historiadores en ocasiones nombran moriscos o musulmanes a los pobladores de estas huertas y tierras marjales, que como nos demuestra el texto del padre Jaime Jordán en su mayoría de ellos eran considerados mudéjares, que pasan a ser cristianos al ser bautizados. Estos conversos eran conocidos como nuevos cristianos, pero tenemos que apresurarnos en aclarar que la mayoría de estos bautismos eran forzados y que mayormente se realizaron durante y tras la guerra de las Germanías (1521-1525) La definitiva expulsión de los moriscos de la península se produce, como anteriormente queda demostrado, en 1609. Este gravísimo suceso supuso una de las más dolorosas y trágicas repercusiones para la nación española y en aquel momento, esta traumática decisión supuso el triunfo de la burguesía sobre el campo y el mayor enriquecimiento por la confiscación de los bienes de los musulmanes. Como consecuencia del éxodo que se vieron obligados a emprender los pobladores moriscos, entre otros los de estos arrabales; las fértiles y frondosas huertas que antes eran verde campiña, como espléndidos y hechizador vergel, se volvieron en tierras yermas y abandonadas. Donde antes era vida se convirtió en desidia y pobreza. A este respecto, como queriendo confirmar todo el dolor y la pobreza que había germinado la expulsión de los vencidos. El historiador, erudito y humanista padre Pedro Sucias Aparicio, al tratar el desgraciado y trascendental acontecimiento de la expulsión de los moriscos, que tanto daño y malestar supuso para España. El historiador puso de manifiesto los elementos de la crítica social y económica que se podían realizar, por tan errónea decisión tomada por los Hasburgo, dinastía reinante, que supuso la paralización del normal desenvolvimiento de la nación. El padre Sucias, muy crítico con estos acontecimientos, dejó escrito lo siguiente.- “Las artes mecánicas, la agricultura y el comercio, quedaron como el hombre que se quita la sangre y casi sin vida y sin movimiento, puesto que aquellos habían desaparecido era la clase trabajadora y sin ésta no puede vivir un pueblo” Con respecto a la opinión que merecen los gobernantes de la época tampoco quedan bien librados, por cuanto este historiador dice al respecto.- “España quedó perdida, ocupada por vicios y despilfarros de la administración...gobernada por un monarca amigo únicamente del lujo y las diversiones...”
El descontento de los labradores con la política pro-burguesa de los Jurados era extremadamente manifiesto. Estos deseosos de fomentar el comercio concedían exenciones y privilegios a los importadores y exportadores. El municipio se resarcía con los impuestos directos por lo que se grababan las carnes.
Discurría el año 1663 cuando los regidores ordenaron que los labradores pertenecientes a extramuros tributaran el paso de las carnes lo mismo que lo hacían los vecinos de la ciudad. M. Sanchis Guarner, con su forma tan descriptiva, nos ofrece el siguiente relato acaecido en nuestra barriada.- “Según refiere detalladamente el dietista Agramunt, los labradores se alborotaron el 25 de Junio, donde se juntaron más de seis mil con armas en el llano de Zaidia. El asustadizo traducido del valenciano)
“El Marqués de Camarasa, Virrey y Capitán General del Reino de Valencia, visto esto, les concedió todo cuanto pedían los labradores y firmó los capítulos que ellos pedían...
Al día siguiente, que fue el 26 de junio, volvió el motín de los labradores...que habían cercado la ciudad...porque no estaban contentos con la firma del virrey, sino que habían de firmar los Jurados o que habían de entrar a la ciudad y tomar venganza de todos los que gobernaban la ciudad y acabar con todos.
Visto esto, los SS Jurados se irritaron y juntamente todos los demás de la ciudad. Entonces se junto el Comercio General...y salió decretado...que se diera la pelea contra los labradores, pues eran amotinadores de la Ciudad y Reino”

Como queda demostrado por el relato del profesor Sanchis Guarner, los enemigos de los labradores, sin lugar a dudas, eran los Jurados y la Burguesía. Prosigue.- “I no pas contra el Virrey ni l’Arquebisbe i els aristòcrates terratenients”
Hasta que muchos años después de la crisis de la Germania (1521-1609) se plantea y en parte se consigue en el Reino de Valencia un mejor reparto de la tierra, quedando ésta en propiedades mas fragmentadas que en otros reinos de la península, desapareciendo los grandes latifundios y por consiguiente se pasó a la problemática transición del feudalismo a un bienestar mas equitativo. Apareció desde entonces una mayor y mejor distribución de la tierra y en algunos casos se llegaron a pactos muy interesantes, tanto para el arrendatario como para el arrendador. Y de este entendimiento nació nuevamente el interés por la agricultura y tanto es así que algunos menestrales abandonaron sus oficios de la ciudad para convertirse en nuevos agricultores.
La nueva reactivación y pujanza de la agricultura, unido a la próspera cría del gusano de seda, supuso un nuevo impulso y bonanza para estas huertas, antes abandonadas, y que al cuidarse y cultivar amorosamente, volvieron a ser las fértiles y generosas huertas de antaño. Otro privilegio de este arrabal, era la proximidad de encontrarse junto al poderoso mercado, que es la gran ciudad. Nuestros huertanos, por todas estas favorables circunstancias, eran los primeros en acudir al mercado portando una mercancía atractiva y fresca terminada de “collir”, lo que les permitiría con orgullo presumir de ofrecer lo más fresco del mercado. Si el posible comprador argüía alguna excusa o pequeño motivo para conseguir mejor precio, la respuesta de nuestro huertano marjaler no admitía más comentario. Como una severa sentencia decía: “escolte que son de l’horta de Marjalenes”. No había más que hablar; estaba todo dicho, la calidad de los productos estaba más que garantizada.
Esta bonanza de la agricultura y la crianza del gusano de seda durarían entre nosotros hasta la realización del nuevo engrandecimiento de la ciudad. Más recientemente L. Querol Roso en 1946 describe estas frondosas huertas que tanta riqueza producen y el relato comienza así: “Todo género de hortalizas y frutales son los productos de esta estupenda zona...Los poblados más inmediatos, algunos ya referidos como Benicalap, Benimaclet, Campanar, Marchalenes, Monteolivete, Orriols, Patraix, Ruzafa, El Grao, Cañamelar, y Cabañal son verdadera continuación de la población de la capital y van quedando poco a poco anexionadas a la hermosa ciudad, corazón de la huerta”***
Cuando no había transcurrido más de la mitad del S. XVIII, concretamente en el año 1762. La Iglesia se castellaniza en detrimento del valenciano y el Arzobispo Mayoral ordena que en adelante se escriban todas las partidas de nacimiento en castellano, poniendo todos los escritos tal como suenan en valenciano. Tal situación provocó la desfiguración ortográfica de muchos apellidos y topónimos valencianos. Empezaron a deformarlos en los escritos como Chust, Casañ, Dolz, Viñals, y los nombres de ciudades y pueblos como, Picaña, Jijona, etc...Cuando lo verdaderamente correcto era: Just, Casany, Dolç, Vinyals y lugares como, Picanya i Xixona...
En el año 1769 en la ciudad de Valencia se nombran Alcaldes mayores de barrio y el término municipal de Valencia lo dividen en cuatro cuarteles (distritos): Campanar, Benimaclet, Ruzafa y Patraix.
Marjalenes, Benimámet, Benicalap, Beniferri, Tendetes, y otros lugares quedaron incorporados en el cuartel de Campanar.
En ese mismo año siendo Alcalde de barrio Joaquín Fos, es cuando se implanta el servicio de Vigilantes y Serenos, personal revestido de autoridad que prestaba ayuda en caso de necesidad del vecindario, cantaba las horas durante el tiempo que duraba el servicio y custodiaba la propiedad de los vecinos

ROMANTICISMO Y RENAIXENÇA (1833-1868)

La desamortización decretada por Mendizábal el 29 de julio de 18837, no produce el efecto deseado. Los labradores, que son arrendatarios, no acceden a la propiedad de las tierras que trabajan y, por lo tanto, prosigue el malestar entre los empobrecidos contribuyentes. Muestra el descontento reinante acerca de este hecho Sanchis Guarner y que tiene como escenario nuestro arrabal.- “En el verano de 1837, el día 12 de agosto, Carlos V llega a Burjasot y su ejército de vanguardia llega hasta el Plà de la Saidía y otros arrabales de la ciudad de Valencia. Con todo y con eso la Milicia Nacional, ni las autoridades, no perdieron la calma a pesar de la penuria de municiones que padecían, Se parapetaron ordenadamente para la defensa de la murallada Valencia:
Sempre firmes les milicies
Sempre firmes ací dins
I fan fugir els tirans
Més que siga a garrofins”

PRINCIPIO DE DESAPARICIÓN DE LAS HUERTAS

Durante los últimos años del S. XIX y primeros del S. XX es cuando el ayuntamiento de Valencia decide ampliar la ciudad y se realizan las dos Grandes Vías y la avenida de Victoria Eugenia (Reino de Valencia) que en un principio, el proyecto pretendía que llegara hasta la escalera Real del Puerto. Con la aparición de nuevas zonas urbanas y la apertura y trazado de nuevos caminos cunden las expropiaciones por doquier, y la nueva gran ciudad se engulle la mayor parte de las huertas y vegas de este arrabal.
Frente al Monasterio de la Zaidia se acomete y ejecuta la apertura del camino nuevo de Barcelona (avenida Constitución) y varias calles adyacentes hasta el molino de Villacampa. Por el oeste se proyecta y realiza el camino Nuevo de Burjasot o de Líria (Avenida Burjasot) Por la parte norte, siendo alcalde de Valencia don Joaquín Reig Piqué (1884-1885), se abre una gran ronda conocida como Camí Tránsits (Avenida Pesét Aleixandre), su diámetro constaba de doce kilómetros y estaba previsto en todo su recorrido de planchas metálicas destinadas a favorecer el tránsito de los carros. En todo su perímetro había árboles plantados que favorecían la sombra a los viandantes y carreteros. Entre las actuales calles Juan XXIII hasta la Gallano Lluch se encontraba el “femer de Marjalenes”en donde los “fematers” (huertanos) depositaban las impurezas que recogían en sus carros por la ciudad de Valencia y que luego se aprovechaba como abono para la huerta.
Y por si esto fuese poco, durante el año 1887 aún se le esquilman más alquerías y tierras a este arrabal al colocar las vías del ferrocarril eléctrico de Marchalenes a Líria y la instalación de la nueva estación metropolitana con sus correspondientes servicios anexos para el funcionamiento de este nuevo transporte destinado a personas y mercancías.

DESAPARECIDO TODO NUESTRO ESPLENDOROSO PATRIMONIO

Hasta el mediados del siglo XX, aun quedaban verdaderas muestras de la gran obra que supuso la construcción del perfecto sistema de riegos de las vegas y huertos, nada ha quedado del gran patrimonio cultural que nos dejaron nuestros antepasados. Todo ha desaparecido cual si un vendaval hubiese borrado nuestro esplendoroso pasado musulmán en Marjalena, la Zaidia, l’Olleria, i les Tendetes, a diferencia de otros asentamientos de Al Andalus. En nuestro antiquísimo “raval”,todo el patrimonio musulmán que figuraba antes y después de “EL LLIBRE DEL REPARTIMENT” fue destruido o esquilmado, hasta el punto en que se desconoce donde se encontraban el palacio o el alcázar, o los supuestos baños de una reina o rica mora, las mezquitas, los molinos, o los artesanales hornos dels “ollers”, ni los preciosos jardines que en la antigüedad cantaron famosos poetas árabes valencianos, ni ningún edificio, convento, fuente, o retablo que perpetué nuestro pasado histórico. Esta lamentable situación no ocurre solo en Marjalenes. No se salva de esta tropelía ningún arrabal o barrio de la ciudad de Valencia en lo que respecta al ultraje sufrido con el desaparecido y después tantas veces añorado patrimonio árabe-mudéjar o musulmán valenciano.

Con tristeza, añoranza y hasta con reprimida melancolía tenemos que decir que donde antes habían blancas Almunias, cenias, regadas con norias, rahals, alquerías, barracas, alguns molins i llogarets... Donde antes habían frondosas huertas y deliciosas vegas bañadas por las cristalinas y abundantes aguas, provenientes de las siempre caudalosas acequias de Mestalla, Tormos, Rascaña, Braç de Petra, Rambla, i Algirós, y toda aquella extensa y bien trazada red de acequias menores compuestas por rolls, braços, regs, sequiols, bollidor, goleró, llengues i ullals...Donde antes se encontraba “Marjalena horta i marjals de l’antic raval de extramurs de la Ciutat de Valencia”, y por tanto olvido e indiferencia. Concluiremos dando paso al poeta Vicent Andrés Estellés, premio de las letras valencianas, que con tanta frecuencia visitaba este arrabal y que con su apasionado cariño por las cosas de Valencia, escribió lo siguiente en el periódico Las Provincias. Fragmento, que se concretamente se refiere a la popularísima Parreta donde se condimentaban las genuinas paellas valencianas, y al Molino de la Esperanza, lugares típicos de Marchalenes.“Ara no queda res. Es a dir: ara l’horta ha desaparegut, tot està edificat. La ciutat creix i s’ho menja tot. És un fet, però malgrat totes les comprensions, un fet trist i melancòlic...no queda res...” FIN
BIBLIOGRAFIA :
J.B.Viñals Cebriá.-«Marchalenes huerta y marjales(...) ».V.14.209,octubre,2ooo.

sábado, mayo 17, 2008

MONUMENTO A SAN JOSÉ EN EL PUENTE QUE SOBRE EL RÍO TURIA LLEVA SU NOMBRE EN VALENCIA.

MONUMENTO A SAN JOSÉ EN EL PUENTE QUE SOBRE EL RÍO TURIA LLEVA SU NOMBRE EN VALENCIA.

Juan B. Viñals Cebriá

El día 19 de Marzo de 1951, es una fecha de feliz recordación para todo el mundo que ama y siente las fiestas de las fallas, en tan señaladísimo día, fue solemnemente inaugurado el monumento a San José, Santo Patrono de las fallas en el puente que sobre el río Turia lleva su nombre en Valencia. El acto estuvo presidido por el Ministro de Educación Nacional, don José Ibáñez Martín, la Fallera Mayor de Valencia Pilar Ibáñez Martín-Mellado (actual señora de don Leopoldo Calvo Sotelo). A los que acompañaban Autoridades Nacionales, Provinciales, Locales y, Maruja Peiró Lázaro, Fallera Mayor de Doctor Olóriz –Arzobispo Fabián y Fuero y, respectivas Cortes de Honor.Bendijo el monumento el Arzobispo de Valencia don Marcelino Oloachea y Loizaga.
El bonito monumento sobre una peana de color imitación de los pretiles del río se encuentra el Patriarca San José artesano labrado en piedra, en el que el santo figura de pie junto al niño Jesús sentado frente al banco de carpintero, idealista a la manera clásica y moderno en su factura, es obra del galardonado escultor valenciano, don Octavio Vicent Cortina (Premio Nacional de escultura), ayudado por el marmolista Roca Doménech; dicho monumento está esculpido sobre piedra de mármol nacional blanco, circunda parcialmente la peana un pequeño enrejado que sirve para depositar los ramos de flores; en el centro del mismo, figura la silueta en hierro del escudo de la comisión de la falla de Doctor Olóriz- Arzobispo Fabián y Fuero.
En el monumento figura este expresivo texto:
LAS FALLAS A SU SANTO PATRÓN

Ese día, terminado el solemne acto religioso, la Fallera Mayor de Valencia acompañada por las autoridades asistentes al acto y respectivas Cortes de Honor, se dirigieron a la Casa Valenciana de Caridad, donde se sirvió una comida de honor para todas las personas acogidas en tan benéfico centro valenciano. Esta tan interesante iniciativa corrió a cargo del entusiasta y dinámico fallero don Manuel Lahuerta Grancha, Presidente de la falla Doctor Olóriz, y miembro de la Junta Central Fallera. La mencionada comisión del barrio de Marchalenes, se encarga todos los días 19 de marzo de cada año, de organizar el 'almorzar de festa' al cual asiste la fallera Mayor de Valencia, Corte de Honor y, JCF. Posteriormente se celebra la ofrenda floral al santo patrón de las fallas. El monumento fue costeado por suscripción popular de Valencia y de manera particular por todo el amplio mundo de las fallas.
Hace unos cuantos años, lamentablemente el monumento sufrió el ataque por parte de algunos vándalos y como consecuencia de la agresión sufrida apareció roto el mazo que en su mano sostenía el niño, tristemente la restauración se hizo con un mármol de diferente tono.

domingo, mayo 11, 2008

Bicentenario del levantamiento del Dos de Mayo contra los franceses y el inicio de la Guerra de Independencia

Bicentenario del levantamiento del Dos de Mayo contra los franceses y el inicio de la Guerra de Independencia

Juan B. Viñals Cebriá
Breve relato de aquellos agitados tiempos.- Dicen, que a las 8 de la mañana del día 28, de junio de 1808, dos columnas francesas avanzaron a retaguardia de la caballería, parándose a la vista de la ciudad. Al poco llego Moncey estableciendo su puesto de mando en una alquería que bien pudo ser Tendetes, y volvió a conminar a la rendición, recibiendo la misma respuesta. Sobre las 12 avanzaron las dos columnas francesas sobre las puertas de Quart y Sant Joseph. La primera se vio detenida por el foso delante de la puerta y el fuego de las piezas y el de fusilería desde lo alto de las torres, lo que les obligo a parapetarse en las casas próximas. La otra columna se vio sorprendida en su camino por el fuego del fuerte de la próxima torre de Santa Catalina. (La dicha torre de Santa. Catalina, se encontraba en la muralla que existía en el paseo de la Pechina, donde actualmente se encuentra la calle de Na Jordana), en ella, se construyó un fuerte con sacos terreros, un foso, posicionando 4 piezas de artillería, que hicieron retroceder y atrincherarse en las huertas entre las acequias de Rascanya y Mestalla, próximas al puente del anell, junto al molino del Palomar, después llamado molino de la Esperanza, donde en su hondonada se debió de posicionar la artillería francesa, precisamente serian estas piezas las que destruyeron gran parte del Convento de la Esperanza, en Marjalenes. Mientras en la puerta de Quart los franceses no podían avanzar ni retirarse, debido al nutrido fuego que recibían desde el cañón del primer piso y del de la puerta que ya no disparaba a través de la tronera, Joan Batiste Moreno, armado solo con una espada, se dedicaba a abrir la puerta para dispararlo y a cerrarla para cargar. Como la munición comenzaba a escasear, se dedicaron a cortar trozos de rejas y balcones para convertirlos en continuada munición en tan cruento enfrentamiento bélico.
Todo esto viene al caso, porque el pasado viernes día 2 de mayo, se celebró una parada militar en la Plaza de Tetuán de Valencia para celebrar el bicentenario del levantamiento del Dos de Mayo contra los franceses y el inicio de la Guerra de Independencia. Tirando mano de mi archivo, desempolvo un documento de la época editado por la imprenta Viuda de Agustí Laborda. 1808. Se trata de un escrito en valenciano, donde se demuestra la animadversión que sentía el pueblo llano valenciano por la ocupación del suelo patrio por los gavachos que en su encabezamiento se puede leer.- “Proclama en forma de coloqui, pera consolar als pares que tenen sos fills en la guerra actual contra els Francesos. Primera conversació entre el tío Senent de Marjalenes y un Llicenciado de esta Ciutat.”(Sic). Y a lo largo de sus repletas ocho cuartillas se pueden leer estos fragmentos.-“(…) pues en açó del Francesos, tot va enguany arraçagat”. Y el Tío Senet, contesta.-“A fe quells no sarraçaguen en fernos á tots penar.
Aixa que mil remillos.-
Que no ixirem de eixa gent!
Yo al últim mhe de penjar:
Ya ho he dit en Marjalenes,
Que me encontraran penjat
En la rama de dalgun abre;
perque estic tan apurat
deixa canalla francesa,
que si no fora per mirar
que tinc muller i sét fills,
ya haguera pasat la mar,
i estaria en la morisma,
sóls per no oir nomenar
Papalligons, ni El dels pons,
a Monseñes ni a Morant,
ni a ningú de la pandilla
de indígnaços i bergants,
que a punta dun canó
volguera veurels volar”.
(Sic).

Entre las grandes perdidas sufridas por el asedio francés, entre otras fueron el mencionado Convento de la Esperanza y la demolición a priori, argumentando necesidades de defensa, del Monasterio de la Zaidia, y del Palacio Real.
Sirva el presente bosquejo, como recuerdo de aquellos trágicos acontecimientos acaecidos en el septentrión de extramuros de la ciudad de Valencia, hace ahora doscientos años.

Bibliografía:
Generalitat Valenciana.
BibliotecaValenciana.