sábado, mayo 24, 2008

PERMANENCIA DE LOS MUSULMANES EN MARCHALENES ARRABAL DEL SEPTENTRIÓN DE EXTRAMUROS DE LA CIUDAD DE VALENCIA

PERMANENCIA DE LOS MUSULMANES EN MARCHALENES ARRABAL DEL SEPTENTRIÓN DE EXTRAMUROS DE LA CIUDAD DE VALENCIA
JUAN B. VIÑALS CEBRIÁ
Es interesante saber que antes y después de la conquista del Reino de Valencia por Jaime I, la casi totalidad de los moradores del antiquísimo raval de Marjalena/Marchalenes eran musulmanes, y que permanecieron en esta partida marjalenca hasta la aparición del decreto firmado por Felipe III, el día 11 de septiembre de 1609, por el que se ordenaba expulsar a todos los moriscos de todos los reinos de España y a tal fin, el virrey de Valencia dispuso todo. Tomadas las cautelas favorables, mandó publicar un bando el día 22 de septiembre del mismo año, fijándolos en los lugares de costumbre, ordenándose, entre otras cosas que en el término de tres días, a contar desde la fecha de publicación, salieran de esta ciudad y lugares donde vivían, para embarcarse en el punto de donde dispusieran los comisarios para ser conducidos forzosamente a las costas de Berbería. Fueron muchos los expulsados que marcharon al destierro, llevando consigo y en el más hondo de su corazón el dolor de tener que abandonar a la fuerza su querida y amada patria valenciana.
Existen documentos que hacen mención expresa de la permanencia de los musulmanes por estas vegas y huertas, y de lo mucho que tardaron luego en abandonar este “raval”. Por los mismos documentos podemos saber y conocer el empeño y celo religioso que pusieron los padres Agustinos, poderosamente secundados por el patriarca Juan de Ribera, Arzobispo de Valencia, para que en el año 1604 con toda celeridad se levantara y construyese en la parte izquierda del río Turia, el convento de Santa Mónica, precisamente en el camino de Murviedro por estar este núcleo habitado por un número inferior de árabes a los que moraban en el populoso arrabal de terres marjalenques.
En 1904, el padre Luís María Minguet publicó “Historia del convento de Santa Mónica de Valencia” que reproduce algunos fragmentos del “Tratado de la capitulación de Valencia” donde se puede leer: “Otra de la gran parte de la morisma vivía en los arrabales del margen izquierdo del Turia y se hallaba esparcida por la deliciosa vega, morando en barracas*, alquerías pueblos de señorío, cuyos nombres remontaban su origen al de sus fundadores, ascendientes de los que a la razón se hallaban dedicados a la agricultura, rindiendo vasallaje a sus conquistadores”. La lectura que narra este momento histórico después de terminada la conquista de Valencia por los cristianos, nos demuestra que se quedaron y permanecieron en estas tierras un elevado número de pobladores musulmanes. El mencionado padre Luís María Minguet, como si quisiera remarcar y hacernos saber la tardía presencia de los agarenos en estas huertas; en su citado libro nos ofrece una muy poco conocida descripción de los pobladores de este arrabal de extramuros de la ciudad, cuando en esta ocasión reproduce el relato de unos hechos y circunstancias narrados por fray Jaime Jordán en su completísima obra titulada “Historia de la Corona de Aragón de la Sagrada orden de los Ermitaños de N.P. San Agustín”, donde se nos ofrece una clara y manifiesta diferenciación respecto a los numerosísimos moradores musulmanes residentes en el arrabal de extramuros de la ciudad de Valencia, y la importancia que en la época tenía este populoso arrabal, ya que los historiadores no dudan en considerarle y compararle con Argel, la capital de Argelia, nación africana de la otra orilla del mar Mediterráneo. Esta olvidada y fundamentada realidad histórica hay que agradecer que aparezca publicada en el referido libro ya que nos sirve como una muestra más de la reconocida importancia que en la antigüedad se le concedía a este poblado. Por su indudable valor histórico reproducimos íntegramente el siguiente fragmento: “Los numerosos moriscos que moraban en los arrabales de la orilla izquierda del río fue causa de que los habitantes de Marchalenes se les designase comúnmente con el nombre de moradores de Argel y al arrabal inmediato, o sea la calle Murviedro, se le llamase Argel pequeño o como se dice en valenciano “algeret”.

Otros historiadores en ocasiones nombran moriscos o musulmanes a los pobladores de estas huertas y tierras marjales, que como nos demuestra el texto del padre Jaime Jordán en su mayoría de ellos eran considerados mudéjares, que pasan a ser cristianos al ser bautizados. Estos conversos eran conocidos como nuevos cristianos, pero tenemos que apresurarnos en aclarar que la mayoría de estos bautismos eran forzados y que mayormente se realizaron durante y tras la guerra de las Germanías (1521-1525) La definitiva expulsión de los moriscos de la península se produce, como anteriormente queda demostrado, en 1609. Este gravísimo suceso supuso una de las más dolorosas y trágicas repercusiones para la nación española y en aquel momento, esta traumática decisión supuso el triunfo de la burguesía sobre el campo y el mayor enriquecimiento por la confiscación de los bienes de los musulmanes. Como consecuencia del éxodo que se vieron obligados a emprender los pobladores moriscos, entre otros los de estos arrabales; las fértiles y frondosas huertas que antes eran verde campiña, como espléndidos y hechizador vergel, se volvieron en tierras yermas y abandonadas. Donde antes era vida se convirtió en desidia y pobreza. A este respecto, como queriendo confirmar todo el dolor y la pobreza que había germinado la expulsión de los vencidos. El historiador, erudito y humanista padre Pedro Sucias Aparicio, al tratar el desgraciado y trascendental acontecimiento de la expulsión de los moriscos, que tanto daño y malestar supuso para España. El historiador puso de manifiesto los elementos de la crítica social y económica que se podían realizar, por tan errónea decisión tomada por los Hasburgo, dinastía reinante, que supuso la paralización del normal desenvolvimiento de la nación. El padre Sucias, muy crítico con estos acontecimientos, dejó escrito lo siguiente.- “Las artes mecánicas, la agricultura y el comercio, quedaron como el hombre que se quita la sangre y casi sin vida y sin movimiento, puesto que aquellos habían desaparecido era la clase trabajadora y sin ésta no puede vivir un pueblo” Con respecto a la opinión que merecen los gobernantes de la época tampoco quedan bien librados, por cuanto este historiador dice al respecto.- “España quedó perdida, ocupada por vicios y despilfarros de la administración...gobernada por un monarca amigo únicamente del lujo y las diversiones...”
El descontento de los labradores con la política pro-burguesa de los Jurados era extremadamente manifiesto. Estos deseosos de fomentar el comercio concedían exenciones y privilegios a los importadores y exportadores. El municipio se resarcía con los impuestos directos por lo que se grababan las carnes.
Discurría el año 1663 cuando los regidores ordenaron que los labradores pertenecientes a extramuros tributaran el paso de las carnes lo mismo que lo hacían los vecinos de la ciudad. M. Sanchis Guarner, con su forma tan descriptiva, nos ofrece el siguiente relato acaecido en nuestra barriada.- “Según refiere detalladamente el dietista Agramunt, los labradores se alborotaron el 25 de Junio, donde se juntaron más de seis mil con armas en el llano de Zaidia. El asustadizo traducido del valenciano)
“El Marqués de Camarasa, Virrey y Capitán General del Reino de Valencia, visto esto, les concedió todo cuanto pedían los labradores y firmó los capítulos que ellos pedían...
Al día siguiente, que fue el 26 de junio, volvió el motín de los labradores...que habían cercado la ciudad...porque no estaban contentos con la firma del virrey, sino que habían de firmar los Jurados o que habían de entrar a la ciudad y tomar venganza de todos los que gobernaban la ciudad y acabar con todos.
Visto esto, los SS Jurados se irritaron y juntamente todos los demás de la ciudad. Entonces se junto el Comercio General...y salió decretado...que se diera la pelea contra los labradores, pues eran amotinadores de la Ciudad y Reino”

Como queda demostrado por el relato del profesor Sanchis Guarner, los enemigos de los labradores, sin lugar a dudas, eran los Jurados y la Burguesía. Prosigue.- “I no pas contra el Virrey ni l’Arquebisbe i els aristòcrates terratenients”
Hasta que muchos años después de la crisis de la Germania (1521-1609) se plantea y en parte se consigue en el Reino de Valencia un mejor reparto de la tierra, quedando ésta en propiedades mas fragmentadas que en otros reinos de la península, desapareciendo los grandes latifundios y por consiguiente se pasó a la problemática transición del feudalismo a un bienestar mas equitativo. Apareció desde entonces una mayor y mejor distribución de la tierra y en algunos casos se llegaron a pactos muy interesantes, tanto para el arrendatario como para el arrendador. Y de este entendimiento nació nuevamente el interés por la agricultura y tanto es así que algunos menestrales abandonaron sus oficios de la ciudad para convertirse en nuevos agricultores.
La nueva reactivación y pujanza de la agricultura, unido a la próspera cría del gusano de seda, supuso un nuevo impulso y bonanza para estas huertas, antes abandonadas, y que al cuidarse y cultivar amorosamente, volvieron a ser las fértiles y generosas huertas de antaño. Otro privilegio de este arrabal, era la proximidad de encontrarse junto al poderoso mercado, que es la gran ciudad. Nuestros huertanos, por todas estas favorables circunstancias, eran los primeros en acudir al mercado portando una mercancía atractiva y fresca terminada de “collir”, lo que les permitiría con orgullo presumir de ofrecer lo más fresco del mercado. Si el posible comprador argüía alguna excusa o pequeño motivo para conseguir mejor precio, la respuesta de nuestro huertano marjaler no admitía más comentario. Como una severa sentencia decía: “escolte que son de l’horta de Marjalenes”. No había más que hablar; estaba todo dicho, la calidad de los productos estaba más que garantizada.
Esta bonanza de la agricultura y la crianza del gusano de seda durarían entre nosotros hasta la realización del nuevo engrandecimiento de la ciudad. Más recientemente L. Querol Roso en 1946 describe estas frondosas huertas que tanta riqueza producen y el relato comienza así: “Todo género de hortalizas y frutales son los productos de esta estupenda zona...Los poblados más inmediatos, algunos ya referidos como Benicalap, Benimaclet, Campanar, Marchalenes, Monteolivete, Orriols, Patraix, Ruzafa, El Grao, Cañamelar, y Cabañal son verdadera continuación de la población de la capital y van quedando poco a poco anexionadas a la hermosa ciudad, corazón de la huerta”***
Cuando no había transcurrido más de la mitad del S. XVIII, concretamente en el año 1762. La Iglesia se castellaniza en detrimento del valenciano y el Arzobispo Mayoral ordena que en adelante se escriban todas las partidas de nacimiento en castellano, poniendo todos los escritos tal como suenan en valenciano. Tal situación provocó la desfiguración ortográfica de muchos apellidos y topónimos valencianos. Empezaron a deformarlos en los escritos como Chust, Casañ, Dolz, Viñals, y los nombres de ciudades y pueblos como, Picaña, Jijona, etc...Cuando lo verdaderamente correcto era: Just, Casany, Dolç, Vinyals y lugares como, Picanya i Xixona...
En el año 1769 en la ciudad de Valencia se nombran Alcaldes mayores de barrio y el término municipal de Valencia lo dividen en cuatro cuarteles (distritos): Campanar, Benimaclet, Ruzafa y Patraix.
Marjalenes, Benimámet, Benicalap, Beniferri, Tendetes, y otros lugares quedaron incorporados en el cuartel de Campanar.
En ese mismo año siendo Alcalde de barrio Joaquín Fos, es cuando se implanta el servicio de Vigilantes y Serenos, personal revestido de autoridad que prestaba ayuda en caso de necesidad del vecindario, cantaba las horas durante el tiempo que duraba el servicio y custodiaba la propiedad de los vecinos

ROMANTICISMO Y RENAIXENÇA (1833-1868)

La desamortización decretada por Mendizábal el 29 de julio de 18837, no produce el efecto deseado. Los labradores, que son arrendatarios, no acceden a la propiedad de las tierras que trabajan y, por lo tanto, prosigue el malestar entre los empobrecidos contribuyentes. Muestra el descontento reinante acerca de este hecho Sanchis Guarner y que tiene como escenario nuestro arrabal.- “En el verano de 1837, el día 12 de agosto, Carlos V llega a Burjasot y su ejército de vanguardia llega hasta el Plà de la Saidía y otros arrabales de la ciudad de Valencia. Con todo y con eso la Milicia Nacional, ni las autoridades, no perdieron la calma a pesar de la penuria de municiones que padecían, Se parapetaron ordenadamente para la defensa de la murallada Valencia:
Sempre firmes les milicies
Sempre firmes ací dins
I fan fugir els tirans
Més que siga a garrofins”

PRINCIPIO DE DESAPARICIÓN DE LAS HUERTAS

Durante los últimos años del S. XIX y primeros del S. XX es cuando el ayuntamiento de Valencia decide ampliar la ciudad y se realizan las dos Grandes Vías y la avenida de Victoria Eugenia (Reino de Valencia) que en un principio, el proyecto pretendía que llegara hasta la escalera Real del Puerto. Con la aparición de nuevas zonas urbanas y la apertura y trazado de nuevos caminos cunden las expropiaciones por doquier, y la nueva gran ciudad se engulle la mayor parte de las huertas y vegas de este arrabal.
Frente al Monasterio de la Zaidia se acomete y ejecuta la apertura del camino nuevo de Barcelona (avenida Constitución) y varias calles adyacentes hasta el molino de Villacampa. Por el oeste se proyecta y realiza el camino Nuevo de Burjasot o de Líria (Avenida Burjasot) Por la parte norte, siendo alcalde de Valencia don Joaquín Reig Piqué (1884-1885), se abre una gran ronda conocida como Camí Tránsits (Avenida Pesét Aleixandre), su diámetro constaba de doce kilómetros y estaba previsto en todo su recorrido de planchas metálicas destinadas a favorecer el tránsito de los carros. En todo su perímetro había árboles plantados que favorecían la sombra a los viandantes y carreteros. Entre las actuales calles Juan XXIII hasta la Gallano Lluch se encontraba el “femer de Marjalenes”en donde los “fematers” (huertanos) depositaban las impurezas que recogían en sus carros por la ciudad de Valencia y que luego se aprovechaba como abono para la huerta.
Y por si esto fuese poco, durante el año 1887 aún se le esquilman más alquerías y tierras a este arrabal al colocar las vías del ferrocarril eléctrico de Marchalenes a Líria y la instalación de la nueva estación metropolitana con sus correspondientes servicios anexos para el funcionamiento de este nuevo transporte destinado a personas y mercancías.

DESAPARECIDO TODO NUESTRO ESPLENDOROSO PATRIMONIO

Hasta el mediados del siglo XX, aun quedaban verdaderas muestras de la gran obra que supuso la construcción del perfecto sistema de riegos de las vegas y huertos, nada ha quedado del gran patrimonio cultural que nos dejaron nuestros antepasados. Todo ha desaparecido cual si un vendaval hubiese borrado nuestro esplendoroso pasado musulmán en Marjalena, la Zaidia, l’Olleria, i les Tendetes, a diferencia de otros asentamientos de Al Andalus. En nuestro antiquísimo “raval”,todo el patrimonio musulmán que figuraba antes y después de “EL LLIBRE DEL REPARTIMENT” fue destruido o esquilmado, hasta el punto en que se desconoce donde se encontraban el palacio o el alcázar, o los supuestos baños de una reina o rica mora, las mezquitas, los molinos, o los artesanales hornos dels “ollers”, ni los preciosos jardines que en la antigüedad cantaron famosos poetas árabes valencianos, ni ningún edificio, convento, fuente, o retablo que perpetué nuestro pasado histórico. Esta lamentable situación no ocurre solo en Marjalenes. No se salva de esta tropelía ningún arrabal o barrio de la ciudad de Valencia en lo que respecta al ultraje sufrido con el desaparecido y después tantas veces añorado patrimonio árabe-mudéjar o musulmán valenciano.

Con tristeza, añoranza y hasta con reprimida melancolía tenemos que decir que donde antes habían blancas Almunias, cenias, regadas con norias, rahals, alquerías, barracas, alguns molins i llogarets... Donde antes habían frondosas huertas y deliciosas vegas bañadas por las cristalinas y abundantes aguas, provenientes de las siempre caudalosas acequias de Mestalla, Tormos, Rascaña, Braç de Petra, Rambla, i Algirós, y toda aquella extensa y bien trazada red de acequias menores compuestas por rolls, braços, regs, sequiols, bollidor, goleró, llengues i ullals...Donde antes se encontraba “Marjalena horta i marjals de l’antic raval de extramurs de la Ciutat de Valencia”, y por tanto olvido e indiferencia. Concluiremos dando paso al poeta Vicent Andrés Estellés, premio de las letras valencianas, que con tanta frecuencia visitaba este arrabal y que con su apasionado cariño por las cosas de Valencia, escribió lo siguiente en el periódico Las Provincias. Fragmento, que se concretamente se refiere a la popularísima Parreta donde se condimentaban las genuinas paellas valencianas, y al Molino de la Esperanza, lugares típicos de Marchalenes.“Ara no queda res. Es a dir: ara l’horta ha desaparegut, tot està edificat. La ciutat creix i s’ho menja tot. És un fet, però malgrat totes les comprensions, un fet trist i melancòlic...no queda res...” FIN
BIBLIOGRAFIA :
J.B.Viñals Cebriá.-«Marchalenes huerta y marjales(...) ».V.14.209,octubre,2ooo.

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