sábado, abril 26, 2008

EL CAMINÀS DE MARCHALENES

EL CAMINÀS DE MARCHALENES


Juan B. Viñals Cebriá


Caminàs (palabra valenciana que aún tiene vigencia en algunos lugares de nuestra geografía autóctona), y que su significado es el siguiente. -Camino grande que no dice de donde viene ni a donde va: sencillamente viene y va de norte a sur y de sur a norte. Suele aceptarse su origen neolítico. Todos los demás caminos le son transversales, lo que indica su posterior apertura.



Lo primero que deseamos advertir al lector, es que esta narración se refiere al lejano verano de 1932, y es por esos tiempos cuando el caminàs de este antiquísimo poblado, o arrabal, ya había sufrido entre otros, desde el año 1919, el traumatismo de ver extirpada una importante arteria de su tramo principal, para convertirse como calle Doctor Olóriz. Si nos retrotraemos al Nomenclátor de la ciudad de Valencia de finales de siglo XIX, los primeros números rotulados con el nombre de Marchalenes, comprendían el Llano de la Zaidía, hasta alcanzar el puente de las Artes (antigua Rambla). La calle Arzobispo Fabián y Fuero, por aquellos mismos tiempos estaba rotulado como: Primera Travesía de Marchalenes.
El recuerdo que guardo corresponde al principio de esta calle, o dicho de forma más sencilla; al comienzo del resto que como calle quedó de lo que antaño fue el camí de Marjalenes. En mis retinas entonces infantiles, guardo con ternura una luminosa estampa llena de bulliciosa y colorista simpatía. Por aquellos tiempos los que pretendía acceder a la barriada desde el centro de la ciudad, rebasada la desaparecida iglesia de la Virgen del Rosario (desde 1940, Santiago Apóstol), adquiría la calle una ligera inclinación hasta conseguir la rasante del mismo nivel que se producía, precisamente, en unas grandes piedras de rodeno que cubrían la caudalosa acequia en ese lugar que aun existe, y que era conocida como braç de Rambla; ramal de la acequia de Mestalla, procedente del molí de Bas, y que discurría dicho cauce lindante con la parroquia desaparecida. Rebasadas las referidas piedras, en ese punto de la acequia descrita, precisamente desde ese punto, comenzaba desde el año 1919, el trozo en que quedó reducido el camí o carrer Marchalenes, y desde ese mismo lugar empezaba el empedrado y del suelo por medio de grandes adoquines rojizos, obra que se realizó por los primeros años de la década de los años 30 del siglo pasado, obra que fue realizada a instancia y solicitud del Casino Republicano (Blasquista) de la barriada.
Hemos de decir que las casas primeras de la parte derecha, con techumbre en forma de uve invertida, y rotuladas con el número dos, tenían tres puertas, al parecer con dos viviendas, sin ningún alto y formaba esquina con la senda del Ventrero, que según algunos de los más viejos vecinos, este lugar tomaba el nombre de una famosa taberna que se encontraba en el contiguo Camí Barcelona (Avenida Constitución), esquina calle Ruaya. En uno de los primeros bajos de la citada senda existía un obrador de preparar tanda (despojos de ternera y cordero), su propietario era conocido coloquialmente como Camilo el tandero. Entre la separación de los números dos y, cuatro es por donde daba comienzo la mencionada senda y formaba un ángulo en la calle. La casona, o vieja alquería, de enfrente es en donde su fachada se podía contemplar el retablo de la Virgen del Rosario; en su parte derecha esta casa terminaba con el muro del corral de la vivienda junto a una acequia, en la acera junto a la pared, se encontraba la tan loada font, en el centro de una carnicería; a la izquierda, esquina con la calle de Montanyana, existía lo que los lugareños llamábamos la barbería (peluquería).
La enorme casona donde lucía el retaule, el cual ocupaba la entrada de la senda del Ventrero y el principio de la calle Montanyana, se encontraba situada donde actualmente se halla la parada del metro de la línea número cuatro, incomprensiblemente rotulada con el nombre de Reus. La citada parada del metro y el mobiliario urbano allí existente, fue antiguamente el punto neurálgico del antiquisim Marjalena, lamentable y errónea interpretación que hace de nuestra historia la dirección de los Ferrocarriles de la Generalitat Valenciana y, por lo tanto, nos privan de dar a conocer nuestras verdaderas raíces; además en la pequeña reseña histórica que figura en las vidrieras, incomprensiblemente, los datos corresponden a la popular barriada de la calle Sagunto.
Donde antaño se encontraba el principio de la calle Montanyana; donde en la esquina existía un viejo caserón habitado por numerosas familias procedentes de distintos lugares; este caserón por sus características era conocido popularmente como el corralot, y años antes fue una importante algepsería. Entre el muro del corral de esta casa se encontraban los campos de las huertas de la alquería de Barriga discurrían las aguas de la antiquísima acequia de Rascanya por el arrabal hasta que vertía sus aguas al mar por la ermita dels peixets de Alboraya. Los campos de la “alquería de Barriga” (Originariamente famosa alquería Guinart), estaban cercados por una clase de arboleda que tenían unas pequeñas hojas verdes y pinchos en sus ramas, las cuales coloquialmente se denominaban puncheres. Esta clase de arbolado alcanzaba hasta la misma portalà del corral de la alquería. La puerta principal de la entrada se encontraba en la parte recayente al camí vell de Burjassot donde formaba esquina y en ese lugar había una font. La otra esquina con la que se formaba la entrada del camí vell era una planta baja donde había una pequeña tienda: botigueta de Rafeleta y en el piso alto tenía la vivienda la familia del Pepitón, que en tiempos de la república fue nombrado alcalde del barrio. Como queda señalado, la alquería de Barriga y la botigueta de Rafeleta es por donde antaño se encontraba el principio del conocidísimo Camí vell de Burjassot (en 1960, rotulado como calle Bautista Esteve Ximeno). El referido Camí vell de Burjassot comenzaban sus números impares, con cuatro casas, sin ningún habitación en el alto y su techo estaba cubierto con tejas morunas.
La calle de Marchalenes (tramo correspondiente al antiguo camino de Lliria), continuaba con un grupo de once casas con una sola altura aunque los últimos edificios disponen de dos pisos. Este pequeño grupo de casas que terminaremos de reseñar nos ofreció una agradable sorpresa al descubrir que en este mismo lugar en algún tiempo se encontraba el principio del importante Camí de Llíria, como se demuestra con este documento.-“Otrosí: Que aunque se nombran dos caminos el uno de Liria, y el otro de Marchalena, y otro también en otra parte de Paterna; es un mismo Camino real; Pues baxando de Liria para Valencia, va a Marchalena; y saliendo de Valencia, va a Liria y Paterna”. (A.R.V, Escrivanies de Cámara, exp.119 (1764) p. 164.
Luego les separaba un campo, cercado también de puncheres y seguidamente cuatro plantas bajas con dos pisos de altura cada una. Esta finca era la más alta de este tramo. En la primera casa se encontraba una paraeta de cacaus i tramussos y a continuación una botigueta de Filo. Las otras dos casas tenían tan solo una altura. Las cuatro siguientes eran de menor elevación pero también contaban con dos pisos cada una, se prolongada la calle por un trozo de campo para huerta y, seguidamente, te encontrabas con “casa del Marino” las particulares características de este edificio por su ubicación y forma, por el año 1946, se desarrollaron algunas escenas de una película inglesa. La última casa reseñada como queda dicho; quedaba unida junto a los muros del desubicado Huerto de la Estrella, residencia que fue del médico y político Faustí Barberá y que tiene su puerta principal encarada al norte y figura rotulado en el número 80 de la calle de Marchalenes.Entre los muros de este huerto y el edificio en ruinas que había enfrente, que eran concretamente los restos del que fue renombrado Convento de la Esperanza, donde antiguamente aconteció el siguiente relato histórico narrado por JB. Perales.- “
A nueve de noviembre salieron el virrey y los regidores con toda la caballería hasta el Monasterio de la Esperanza a recibir a los marqueses, que como guerra acabada se venían a Valencia y entonces entraron todos por ella con paseo y vuelta pública; y en demostración del común aplauso de su sosiego se hundía de las campanas que tocaban sin parar y por la noche se ardía de luminarias (...).”
Después de comenzado el pasado siglo, en parte de los terrenos del huerto conventual se construyó una edificación que tenía forma de barraca, pero sus cubiertas eran de tejas, por debajo de esta nave discurría el braç de Petra (acequia que figura en el Repartiment).Al lado más saliente había una finca con dos plantas bajas y su correspondiente piso alto. Estas dos casas pertenecían al número noventa. Las últimas de la parte derecha de la calle Marchalenes después de construirse en 1895 el Camí Nou terminaban junto a la senda que formaba el muro del convento y a la otra parte del almacén de Obras Públicas y la caseta de los peones camioneros.
Frente a las referidas casas y antes de alcanzar el camino de Burjasot existía un amplio espacio y camino carretero donde se encontraba la font i la bassa, donde se conformaba “el Goleró quien per sequies i sequiols llegaba el agua hasta las huertas más bajas de esta partida. En este su primer tramo descubierto tenía un rústico puente de gruesas piedras de rodeno, señalizado con sendos pilones de piedra de regular altura que servía de paso a carros y caballerías y a los escasos vehículos a motor que circulaban por los años 1940 al 1945, que es cuando se cubrió la acequia y se plantaron tres árboles junto el goleró y de los que ahora tan solo queda un árbol de los llamados platanero, en medio de un bonito seto o rotonda, frente al referido Huerto, la avenida de Portugal, avenida de Burjasot, calle Fidalgo y el desaparecido tramo de la calle Marchalenes.

Retomando nuevamente el principio de los números impares de lo que quedó del antiquísimo camino diremos que: la suave inclinación referida al principio de esta calle Marchalenes, en la parte izquierda antes de llegar al ángulo que formaba la calle, existían unos corrales dedicados a cebaderos de animales porcinos, propiedad de la familia de bonica , después unas plantas bajas que a sus moradores se les conocía como les de Salom , a continuación una ebanistería y así hasta la calle de la Bomba esta pequeñísima calle sin salida(assusac), estaba compuesta por unas viviendas modes
tas.
Hace ahora más de medio siglo, cuando discurría el año 1950, la calle Marchalenes después de rebasar la calle de la Bomba, seguía largo trecho de casas compuesto por talleres y viviendas ocupadas entre otros por una pelleria, un taller metalúrgico, y uns trajiners conocidos como els blancos, y entre otros recordamos a la puntillera, el gallego, y una fábrica de abonos otras viviendas y así hasta alcanzar el número 29 donde hasta el año 1939 se encontraba el Casino Republicano (Blasquista), centro político de recreo donde en su escenario se celebraron funciones especialmente en valenciano. Después de este local había una finca compuesta por dos plantas bajas y dos alturas cada una, en este edificio residían entre otros la familia de Venancio padre del popular pirotécnico el traca, posteriormente también residía y tenía su taller Juan Canet, innovador de las fallas infantiles. No quiero olvidar al mutilado Eulogio, que como consecuencia de las gravísimas heridas sufridas durante la guerra civil le fueron amputadas ambas manos. En la última escalera también existió hasta el año 1939 el casino Liberal, seguidamente los muros de la parte posterior del huerto de Casa Gens, luego una pequeña senda que comunicaba la calle Marchalenes con la Avenida Burjasot, y seguidamente constaba un campo bastante grande, seguían cuatro casas con un piso artesanos de reconocida solvencia en reparación y construcción de aperos destinados a las huertas, luego estaba el corral la portalà de butifarra, después la puerta accesoria del Casino Sindical, hay que significar la nula actividad política de este casino, más bien era el típico y clásico lugar de solaz esparcimiento de la mayoría del vecindario del barrio. A continuación el corral del estanc (tabacos), después tres casas más a continuación un importante establecimiento regentado por la admirada Amparito la carnissera, donde se vendían comestibles, embutidos, carnes, carbones y toda clase de artículos para el hogar, un autentico supermercado de aquellos tiempos. Y desde la última casa del chaflán se accedía al camino de Burjasot, junto las vías del tranvía número 23 (Valencia, Burjasot-Godella).

La casa de enfrente la ocupaba una tienda de olis y piensos, y por último la conocida bassa del Braç de Petra, el Goleró, i la font
Hoy seria completamente imposible reconocer nada de lo que fue aquella arteria principal del caminás de Marjalena/ Marjalenes, donde la mayoría de sus vecinos eran modestos artesanos, o trabajadores de diferentes oficios o profesiones, excepto algunos huertanos que moraban en sus típicas alquerías. Todo el vecindario podía presumir, entre otras cosas, de practicar y de mantener una gran amistad y armonía entre todos ellos: Lo de Marchalenes-marxa, i no alenes, pura anécdota: nada más lejos de la realidad: La convivencia, armonía, y amistad, tenían carta de naturaleza en el caminás inclusive en todo el antiquísimo raval de Marjalena.

sábado, abril 19, 2008

ANTIGUA PLAZA DE TOROS DE VALENCIA

ANTIGUA PLAZA DE TOROS DE VALENCIA

EL CARAFAL DE MARCHALENES

Juan B. Viñals Cebriá

La plaza de toros que se instalaba en el siglo XVIII en el arrabal de Marchalenes, es un hecho posiblemente ignorado por muchos de los actuales vecinos de esta antaño típica barriada. La plaza de toros de la Zaidia o de Marchalenes según el historiador Orellana, por los años mil setecientos y pico fue el núcleo principal de las corridas de toros que se celebraban en la ciudad de Valencia. Salvador Carreres, de manera jocosa también dice, que entre los días 22 hasta el 30 de de septiembre de 1755 se celebraron en esta plaza diferentes festejos taurinos. Desde siempre los valencianos de las tres provincias, han sentido una gran afición por la fiesta de la tauromaquia. Las autoridades municipales, por las incomodidades que producía a los transeúntes y compradores del Mercado Central, eran reacias a conceder permiso en este céntrico lugar a los organizadores de festejos taurinos. Por lo tanto estos se vieron obligados ha instalar els carafals en diferentes lugares de la ciudad de Valencia, y en muchas ocasiones se instaló en Marchalenes, concretamente en la conocida Plaza del Llano de la Zaidia, cuyo palco principal o de autoridades se encontraba frente la desaparecida creu del camí de Marchalenes. En definitiva muchas dificultades y trasiegos tuvieron que soportar la Junta del Hospital General de Valencia, hasta que se consiguió ver realizada por fin, la flamante y actual plaza de mampostería de la calle de Játiva.
”El origen de la fiesta de los toros en Valencia se pierde en la oscura noche de los tiempos. Las más autorizadas opiniones sostienen que los romanos importaron a España la afición al circo, la cual decayó casi por completo durante la dominación de los godos y visigodos, hasta que, ocupado posteriormente por los árabes el territorio español, volvió a renacer, si bien sustituyendo a la lucha de gladiadores y de fieras por la lidia de toros, en la que ostentaban su pujanza y brío los más esforzados adalides de las distintas tribus sarracenas. La nobleza española, que bajo todos los conceptos sostenía una rivalidad sin limites con la musulmana, tomó una parte muy activa en tales diversiones, no solo impulsando por el espíritu y la galantería dominante en aquella época, sino también que nadie cedía en serenidad, esfuerzo y valor. Muchos fueron por este motivo los caballeros cristianos que se distinguieron en la lidia de los toros y adquirieron gran celebridad y renombre, por su singular destreza y bizarría. Valencia que nunca ha podido contar con pastos para la cría de reses de tales condiciones, es acaso de los pueblos más antiguos en donde se ha ejercido la tauromaquia como ley caballeresca, o como fiesta popular. Mucho interés despertó la afición a la fiesta de los toros, así como apetencia de ganancias en la organización de los primitivos corros, pues el 27 de de enero de 1612, ya se solicitó a Felipe III, un privilegio del derecho de renta de los corros de los toros de la municipalidad de Valencia, celosa por sus intereses y también por la comodidad del publico, hizo siempre cuanto pudo para alejar del mercado esta diversión. El Hospital fue atendido por SM y, en Real Cédula de trece de julio de 1742, se revocó la del quince de julio de 1741, que mandaba hacer corridas en la Plaza de Santo Domingo. Esto no bastó para que el ayuntamiento cejara en sus instancias, en términos que en los intervalos e indecisiones tuvo el Hospital que buscar sitio en el Llano de la Zaidia de Marchalenes”
Queremos recordar que en otros lugares de la ciudad también se celebraron también corridas de toros, pero por lo que a nosotros nos ataña, nos referirnos al importante carafal de la Plaça de la Çaidia.
“La plaza del Llano de la Zaidia, siempre fue cuadrada; pero su situación varió según los cálculos y gusto de los maestros carpinteros, que tomaban por su cuenta la construcción de los tinglados (carafals). Unas veces se hizo teniendo a su lado N. paralelo a la acequia de Algirós que pasa lamiendo el Monasterio de la Zaidia, apoyando el vértice N.O., sobre el puente antiguo frente la cruz que todavía existe. Otras se ladeaba toda ella de modo que este lado paralelo comenzando desde el mismo punto frente la cruz, tomaba la dirección oblicua al molino Villacampa, y en este caso cortaba la acequia, sobre la cual se construía la plaza. Generalmente, cada uno de los cuatro lados de esta plaza tenia doscientos veinte palmos valencianos; había tres puertas, una daba frente a Santa Mónica, a cuyo lado N. estaba el toril, otra frente al pretil del río y otra en el camino de Marchalenes, encima de la cual estaban los palcos de las autoridades”.

En el siglo dieciochesco, una tarde de toros o de cualquier otro festejo taurino de los que se celebraban en el carafal de Marchalenes, suponía un espectáculo multicolor y toda una diversión para la época. El trasiego de los entablados y de la piezas para concluir la plaza; el ir y venir dels mestres fusters (carpinteros) para dejarlo todo a punto y en su punto. Antes de la hora programada la plaza quedaba engalanada en cada uno de sus rincones y cada empleado hacia lo propio para el posible y normal desarrollo del festejo (areneros, alguacilillos, torileros, porteros, etc.…).Primero el espectáculo de la arriesgada desencajonada de las reses bravas. Las colas para adquirir las entradas. El emerger de las gentes quienes formando remolinos humanos entusiasmados esperaban ver la llegada de los toreros, sus cuadrillas y los mozos de espadas; carruajes y calesas, portando a las guapas cupletistas de los más importantes teatros de la ciudad, quienes aparecían luciendo bonitos mantones de Manila, mantones, que después eran extendidos en sus barreras. Mientras tanto la laureada Agrupación de la Música de La Vega, no cesaba de interpretar airosos pasodobles. Todo en sí, era festivo, por lo que los más curiosos no cesaban de ir de un sitio para otro, para no perderse nada de lo que por allí ocurría. La mayoría de la marejada de espectadores se trataba de labradores venidos de los poblados limítrofes quienes aparecían ataviados con la clásica brusa negra huertana. Los gremios que presumían de conocer el secreto de la fiesta, eran tratants i corredors d`orella, carnissers y blanquers (curtidores).La mayoría de los espectadores iban provistos de ostentosos puros habanos.
Junto a la avalancha de espectadores provenientes de la ciudad y de los pueblos, se congregaba toda una grey de vendedores y aiguders, portando el preciado líquido con botijos de arcilla, no faltaban tampoco los horchateros. Alrededor de la plaza como si de un mercadillo medieval se tratara se colocaban tenderetes con todo un sinfín de las más variadas chucherias, toda esa diversidad de vendedores pregonaban con potente vocerío las bondades de la mercancía, lo que impregnaba al ambiente, un bullicioso sabor festivo alrededor de la plaza de toros de la Saidia en el populoso barrio de Marchalenes.


Bibliografía.
.Juan Miquel de San Vicente.”Memoria sobre la Plaza de Toros de Valencia”.-1861.
.Juan B. Viñals Cebriá.-“Marchalenes huerta y marjales (…)”2001.

sábado, abril 12, 2008

TERRES MARJALENQUES

TERRES MARJALENQUES





Juan B. Viñals Cebriá


Antaño, eran muchísimas las ocasiones en que el cauce del río Turia se desbordaba de forma menos violenta que durante la riada de 1957 y, por lo tanto sus aguas lograban anegar los terrenos que encontraba por todo vora riu hasta rebasar incluso el tramo conocido como la Rambla. Cuando nuevamente el río entraba en calma y sus aguas discurrían normalmente por su cauce, las tierras antes anegadas, aparecían ahora convertidas en amplísimos marjales; con esta forma de comportarse el río forma meandros, arrastra y construye tierras para el cultivo, que después el mismo se encarga de regar, y de esta forma tan circunstancial e imprevista, y caprichosa la NATURALEZA misma creó les terres marjalenques en esta parte del río, que dieron nombre a este popular raval conocido con el determinativo de MARJALENEA, terres baixes y humitdes junt al vivificador riu, (tierras bajas y húmedas junto al vivificador río).

De aquí infiero que MARJALENA tomó la denominación y tuvo su origen porque sus tierras más bajas, quedaban unidas con el margen del río, que según el caudal que derramaba se formaban las tierras anegosas quedando transformadas estas en lo que los valencianos llamamos terres marjalenques.

De esta misma forma y circunstancia es la que siempre ha concurrido en otros lugares junto a otros ríos valencianos, a cuya vera se han formado zonas húmedas, conocidas con el típico nombre de marjal, o marjals.
Desde la antigüedad junto a los ríos Turia, Júcar Magro y otros se han formado las zonas húmedas o aguanosas y marjales, de mayor notoriedad en la Comunidad Valenciana. La típica y popular Marjal se encuentra bañada por las aguas del río Júcar. En otros lugares, con diferentes formas, extensión y tamaños, también se han formado marjales conocidos como Marjal. De entre los muchos derivados de la palabra marjales existentes y que aun perduran en nuestra Comunidad Valenciana recordaremos algunos de ellos... Marjalena, antiquísimo y popular barrio situado en L’Horta Nord de Valencia, Marjaletes, partida de Sollana (Ribera Baixa), ciudad arrocera por excelencia. Marjaleneria, popular partida que se encuentra en nuestra ciudad hermana de Castellón de la Plana. Marjal dels Moros, en la histórica ciudad de Sagunto Marjal de Pego-Oliva, Marjal de Xeresa, Marjal de Massamagrell, Marjal de Almenara, la Marjal junto a la playa de l’Ampolla, en Moraira-Teulada, etc., etc..

Desde el asentamiento en el lugar de Marjalena nuestros antepasados, árabes vivieron y se acomodaron en almunias, rahals (finca rural compuesta por una o varias casas), alqueríes, barraques, o en una dumuncula (casa pequeña), llogarets y para viajeros, transeúntes y trashumantes se alojaban en alfondech (edificio que servía como hospedería y almacén), estas últimas casas por lo general se encontraban situadas junto al caminás (palabra que aún tiene vigencia en algunos lugares de la geografía valenciana). “Camino grande que no dice de donde viene ni a donde va: sencillamente viene y va de norte a sur y de sur a norte. Suele aceptarse su origen neolítico. Todos los demás caminos le son transversales, lo que indica su posterior apertura”.
Nuestros primeros moradores musulmanes con esfuerzo, constancia y siguiendo los sabios consejos de los ancianos agricultores más experimentados y con un profundo conocimiento de la agricultura y la arboricultura, consiguieron transformar los aigua molls y terrenos baldíos próximos al río, en tierras productivas para el cultivo de arroz y canem (cáñamo). En el resto de estas fértiles huertas que todas ellas más bien parecían un frondoso vergel, con deliciosas vegas sombreadas por gran cantidad de árboles en donde sobresalían de aquella variedad de frutos, la protegida morera, en estas cuidadas huertas se cultivaban gran cantidad de verduras y hortalizas dado el consumo por la proximidad de la ciudad: en ellas nunca faltaba el agua, ya que disponía de ésta en abundancia proveniente de la antiguas acequias, entre otras las de Mestalla, Rascanya, Tormos, braç de Petra, el Goleró, braç de Rambla, braç d’Algirós, i Barranc d`Endolça, que aquellos primeros pobladores árabes proyectaron, construyeron y dejaron como patrimonio para futuras generaciones, una obra que vista por el paso de los años fue todo un portento de avanzada ingeniería para aquella época. Como queda demostrado, la agricultura y los regadíos tuvieron un gran desarrollo, y se introdujeron nuevos y variados cultivos y árboles frutales. La terminología que actualmente empleamos en materia de riegos es todavía totalmente heredada de los árabes: acequia, azud, noria, aljibe, senia y de los mismos tenemos en el actual idioma valenciano palabras como: bacora, carchofa, carabassa, gesmil, sucre, canyamel, dacsa, llima, zafanoria, safrà, taronja, fanecada, arrop, aixerop... Nuestros antepasados musulmanes con sabiduría, destreza y paciencia, consiguieron que de forma perfecta al agua llegara hasta el último rincón de este raval. Combinaron el agua de las acequias con el caudal del río Guadalaviar, que indistintamente se servían de sus aguas para los riegos y cuando lo precisaban empleaban el cauce para realizar el eixugó (dejar sin agua los campos) operación que se realiza previamente a la plantà y a la siega del arroz que se cultivaba en estes terres marjalenques. Los agarenos sentían seducción por sus fértiles y bien cuidadas huertas, sus vegas y rincones umbríos, refrescados por las cristalinas aguas que discurrían por sus limpias y bien trazadas acequias, y su río, mientras que la montaña no tenía ningún atractivo para ellos. La abundancia de las aguas en este raval es el fundamento y principal motivo del profundo arraigo que sentían los moradores por estas fecundas tierras. Por lo tanto, queda confirmado que el origen etimológico del nombre del lugar de Marjalena tiene su base, en el topónimo valenciano Marjal y por lo tanto Marjalena ha guardado siempre la misma filosofía y no ha cambiado más que su ortografía con la llegada del rey Don Jaime I “el Conquistador” en el año 1238, donde muy prontamente aparece el topónimo en los documentos paleográficos (1238. Donación 428) Marchiliena y Marchilienam en El Llibre del Repartiment, aunque con la grafía de Marchiliena, todo como consecuencia de que los escribas reales cristianos, por su origen y formación tienden a latinizar las voces geográficas, a su propia conciencia etimológica. A este respecto el prestigioso arabista Ambrosio Huici, nos ofrece seguidamente una breve, clara y definitiva explicación por la cual un mismo nombre aparece con grafías diferentes en el Repartiment.-
“Las minutas redactadas por diversos escribanos, todos ignorantes del árabe, ofrecen una variedad increíble en las trascripciones tomadas al oído del mismo nombre”. Leído detenidamente lo que nos dice este prestigioso historiador, hay que suponer el gran esfuerzo y las dificultades tan enormes con que se encontrarían los moradores de este raval, cuando se veían obligados a decir el nombre propio o él de este lugar a los escribas que en aquellos momentos redactaban las expropiaciones y posteriores donaciones. Seguramente para hacerse entender con su lengua propia que recordaremos por aquél entonces era el árabe vulgar y romance valenciano dirían despacio y deletreando Mar-ja-le-na... Mar-ja-le-na... pero como asegura el gran arabista Ambrosio Huici los escribas que desconocían la lengua de los vencidos musulmanes valencianos, como queda manifestado dejaban corrompido el nombre como queda demostrado.
Respecto a las dificultades que encontrarían, muy concretamente referido al entendimiento idiomático, entre las huestes conquistadoras, y los valencianos hay que fundamentarlas en al amalgama y diversidad de personas que componían el bando vencedor y el habla tan diferenciada de los valencianos vencidos

Para concluir con la problemática de la descomposición con que aparecen los nombres de algunos topónimos lo hacemos aportando el sabio consejo del cronista del Reino Don Gaspar Escolano que de forma clara y diáfana nos dice: “Al presentarse más tarde los aragoneses bajo los muros de Valencia, corrompieron los nombres árabes de difícil pronunciación o impusieron otros nuevos a las calles, barrios y arrabales”.
BREVE RESUMEN DOCUMENTADO DEL ORIGEN DELTOPONÓMICO
Los documentos consultados respectos al origen del nombre de Marjalena, nos vienen a confirmar que al antiquísimo topónimo se fundamenta y lo origina del suelo de una parte de su partida: más concretamente, las tierras conocidas popularmente como vora riu. Cuando éstas definitivamente fueron rescatadas, se dedicaban al cultivo del arroz, productos de huerta y a cereales, principalmente trigo, siempre tan escaso para el abastecimiento de las ciudades.
Queremos recordar que por los años 1300, junto a las extensas vegas y huertas que circundaban la ciudad de Valencia, existían grandes extensiones de humedales o aiguamolls como le llamaban en lengua valenciana. Estos aiguamolls no eran aprovechados para la agricultura. Los marjales de mayor extensión e importancia se encontraban situados en l’horta sud, por lo tanto muy distantes del núcleo urbano. La importancia y la grandiosidad de les terres marjalenques de l’horta sud contrastaban con las del raval de Marjalena tan próximas a la gran ciudad. Estas tierras de vora a riu que se encontraban en la ribera del Turia, desde el tétrico cremador (Nuevo centro) al pont de Serrans. La proximidad que tenía con la gran urbe y ser paso obligado para desplazarse a los Serranos, reino de Aragón, camp de Llíria i camp del Turia, Campanar, Burjassot, etc. Dieron gran notoriedad no exenta de gran popularidad a las tierras marjalenques de este antiquísimo arrabal. Al respecto de estos humedales, A. Rubio Vel, dejaría escrito:
“En el siglo XIV, en un momento de notable crecimiento demográfico, el “Consell de la Ciutat” decidió emprender la desecación de los mismos, aunque después siguieran llamándose (terres) marjalenques, partidas marjalenques de la ciudad. Los documentos medievales usan la expresión terra de marjal, para distinguirla de la de regadío (horta) y del secá”.

Los vecinos de la ciudad acostumbrados como estaban a transitar por calles estrechas o sinuosas, cuando por cualquier circunstancia llegaban a contemplar “les terres marjalenques” de esta partida o luminoso raval, se encontraban unas tierras de características muy diferenciadas a las que ellos estaban acostumbrados a contemplar en la huerta. Los otros humedales junto al río Túria, como anteriormente hemos mencionado, se encontraban en l’horta sud y por lo tanto muy distantes del gran núcleo urbano, por lo que es muy natural que las tierras marjalencas mas próximas fueran distinguidas con el nombre de Marjalena, mas afín al léxico empleado por los valencianos. De las muchas partidas marjalencas o marjales que existían en el S. XIV en la ciudad de Valencia, la única partida que ha permanecido con el mismo significado pero con diferenciada o corrompida grafia.
Otro documento encontrado de extraordinaria valía es el privilegio llamado concordia y que reproducimos tal cual figura en la crónica.-“El día 16 de agosto de 1386. Pedro IV, concede el privilegio llamado Concordia que tiene como origen francos y marjales. Se trata de la puesta en cultivo de una extensión aguanosa y de marjales junto al río Túria. Esta concordia fue confirmada por Fernando II en las cortes de Monzón en 1510”

En la publicación de E. Burriel se refiere a los Francos y terres marjalenques de los diferentes lugares existentes en la ciudad de Valencia y dice esto tan aclaratorio.-“Antes de que termine el siglo hay una disposición poco citada pero muy importante. Es el establecimiento de la zona de francos y marjales. Dado por Pedro IV en Barcelona el 16 de Agosto de 1386. Organizó esta extensa zona de la huerta, que utiliza los sobrantes de las acequias de la vega, sin ser tierras empadronadas en sus comunidades, quedando bajo la dependencia del Consejo y Jurados de la ciudad de Valencia”


El gran historiador valenciano D. Roque Chabás, al referirse a esta parte izquierda del río Turia y más concretamente a los arrabales de la Valencia musulmana decía:-
“La situación alta del terreno de la Alcudia, por poca que fuere, le daba importancia para tomar este nombre, pues los terrenos más cercanos al río en aquella parte tomaban y aun conservan, el de Marchalenes por donde el río se desbordaba”.
Todo lo anteriormente expuesto queda confirmado en “Documentos y datos para un estudio toponímico de la región valenciana” debido a Maria Cabanes Pecourt, Ramón Ferrer Navarro y Abelardo Herrero Alonso. –
“El agua fue en todo tiempo un motivo denominador importante, desde los primeros pueblos-que encontraban en el agua motivos divinizadores-hasta la cultura árabe-que siempre vio en el agua un elemento imprescindible para sus ritos religiosos o para sus ocios sibaríticos”.
La naturaleza que caprichosamente aflora fuentes, forma cauces por donde deslizarse el agua de los ríos, es en estos favorecidos lugares donde se constituyen los núcleos mas habitados y por lo tanto no podían ser ignorados a la hora de designar denominaciones con alguna vinculación con la calidad del suelo y sus reminiscencias hidrográficas son las que decidían la formación o designación de los nombres. Los referidos autores del mencionado libro nos lo demuestran cuando dicen; los topónimos no son fruto de la sinrazón o caprichoso azar: una razón (geográfica, histórica,...) los ha motivado. Observando la topografía hallamos enseguida la explicación toponímica de numerosas localidades. Esto prueba claramente que las voces geográficas responden siempre a un sistema de denominación de carácter “significativo” y es curioso observar como algunas veces, cuando el hombre no encuentra sentido a ciertas voces geográficas, las modifica caprichosamente, de acuerdo con estructuras morfológicas más afines a su léxico en uso, y –sobre todo- más significativas (ya hemos aludido anteriormente algunos casos de influencia analógica y de etimología popular).

Todo lo anteriormente expuesto queda confirmado por M. D. Cabanes, R. Ferrer y A. Herrero, que cuando se refieren a suelos de las mismas circunstancias y características como el que aquí nos ocupa, dicen lo siguiente:
“Como ocurría en la toponimia de origen árabe, también en el netamente valenciana hay voces geográficas que deben su nombre a las circunstancias del suelo donde se hallan asentados los núcleos de población que representan”.

Del histórico y ancestral topónimo de Marjalena, nombre corrompido después por los escribas de Jaime I en el famoso Repartiment donde éstos dejaban sentado en la donación el híbrido nombre de Marchiliena o Marchilienam, pasando después por el castellanizado Marchalenes hasta llegar, en la actualidad, al modismo ilógico de Marxalenes.
Del antiquísimo y determinativo nombre Marjalena, cuyo origen se pierde en la oscura noche de los tiempos después se adopta el castellanizado Marchalena. El motivo por el cual se distorsiona la grafía del expresivo topónimo, nos lo aclaran los ya mencionados autores de la documentadísima publicación cuando dicen.-
“Numerosos topónimos valencianos han sufrido proceso de castellanización. Quizá uno de los mejores frutos prácticos de los testimonios documentales sea la detectación del proceso castellanizante que han seguido numerosas voces geográficas de la Comunidad Valenciana. La dificultad enorme que suponen algunos fonemas de nuestra lengua a la hora de ser captados por el oído castellano, ha hecho que muchísimos topónimos hayan sido adoptados a la fonética castellana, mucho mas elemental y simple que la valenciana”

Ofrecemos seguidamente un ejemplo que nos permitirá dar a conocer lo difícil que resulta al castellano parlante la pronunciación del fonema (J) cuando se emplea en palabras valencianas como Ajuntament, Major, Marjalena, Marjalenques, Marjaler, etc. El nuevo modismo de Marxalenes, tenemos que suponer que previene del apelativo “marxant”; del castellano marchante, mercachifle o mercader. “Mercader, en probable función de apellido o apodo, incorporado a nuestra lengua por influencia del francés, y procedente del latín “MERCANTIS” (sobre el verbo MERCARI, “comerciar”, “traficar”, “ejercer el oficio de compraventa”)
Por lo tanto el modismo(x) en Marxalenes no guarda ninguna relación semántica ni vínculo con el topónimo valenciano de MARJAL, origen etimológico de los derivados Marjaletes, Marjaleneria, Marjalena, o Marjaló.
El incuestionable y verdadero soporte en que se fundamenta nuestro topónimo, además de lo anteriormente expuesto está en la base de su origen.
Del árabe March-tierras bajas y aguanosas, al castellano Marjal y Almarjal, terreno bajo y pantanoso, al valenciano Marjal terres baixes i hutmides. Las tres lenguas tienen el mismo significado: la calidad y la formación del suelo.

Fin

domingo, abril 06, 2008

LA OLLERIA (Partida del raval Marjalena)

LA OLLERIA (Partida del raval Marjalena)


Juan B. Viñals Cebriá



En el Llibre del Repartimet encontramos seis donaciones referidas a Olarios- Ollarios, en una de ellas la signada con el nº 1070 se puede leer.-
A Fortuny López de Sádaba, las casas de Abraham Cahely, revocando la donación que se había hecho a Pere Sanç de Oblites y seis anegadas de tierra para huerta en la parte de arriba de Olarios, que son asignadas a vosotros Ramón P. Sans y Jaques: y unas casas en ruinas, junto a las ya comentadas para (…)” 3 de febrero de 1239.
***


L`Olleria, antiquísimo llogaret, situado junto la Rambla que se formaba a la vera de la acequia de Petra, y cuyo histórico nombre se pierde en la oscura noche de los tiempos. Lindante entre Benicalapech/Benicalap y, dentro del ámbito del antiquísimo Marchilienam/Marchalenes; engullido por altas edificaciones, aun le podemos encontrar los restos olvidados y lamentablemente abandonados lo que en la más remota antigüedad fue lugar de los denodados ollers. En la década de los años sesenta, concretamente el día 9 de abril de 1964, incomprensiblemente el Ayuntamiento de Valencia rotuló como calle Olba, privando de tan histórico y determinativo topónimo al delicioso llogaret, por donde discurría la caudalosa acequia de Petra, quienes proporcionaban junto la Rambla la arcilla para los artesanales Ollers, nombre que se fundamentaba en el ancestral oficio de los pobladores de este tan antiquísimo lugar. Posteriormente personas mayores, cuyos antepasados vivieron desde siempre en este apacible territorio, dicen que sus abuelos dijeron a sus padres que sus antepasados elaboraban con artesanal destreza objetos construidos con arcillas provenientes de las acequias y ramblas de Petra, Rascanya, Tormos, Mestalla y “vora riu en Marjalena”. Tan artesanal oficiosa existía desde antes de la llegada de las huestes del Rey Jaime I. Los musulmanes valencianos moradores de este territorio eran de profesión Ollers, denominación valenciana del castellano Olleros (alfareros). Se dice que los Ollers de Valencia tenían gran destreza en la elaboración de las diferentes vasijas de barro, y que tenían gran pericia para seleccionar las arcillas para según que objeto pretendían elaborar. Las arcillas pobres en hierro se empleaban para los receptáculos destinados con el contacto con el fuego, ya que estas arcillas resistían altísimas temperaturas como perols i cassoles y otros objetos para cocinas de uso domestico y, los revestimientos de los hornos de pan-cocer. Para la transformación de las grandes ollas, atifells (vasijas), ánforas, cantaros y jarros, se aprovechaban arcillas más elásticas que se moldeaban con suma facilidad y que después de horneados adquirían gran dureza y resistencia. Estos objetos de gran tamaño eran destinados en aquellos remotos tiempos, para almacenar o transportar agua, aceite, vino, salazones y otros adobes perecederos.
ULTIMOS TIEMPOS DE L`OLLERIA
Hasta que apareció la desaforada especulación, l`Olleria era por entonces un idílico paraje valenciano, por donde fluía la mencionada acequia Petra. Mi primera visión de este lugar correspondería al año 1933, en que acompañaba en aquella ocasión a mi abuela María, que iba a visitar a unas amigas. El caserío que recuerdo y la caudalosa acequia eran envueltos por un frondoso vergel con altos y variadísimos árboles que proporcionaban una idílica umbría; sus edificios eran de una u otra manera lo que en Valencia se conoce como alquerías, de construcción bajo medieval , todas ellas se encontraban encaradas a la gran ciudad, uno de los motivos principales que llamaban poderosamente la atención, era la blancura de las fachadas, costumbre arraigada en este placentero poblado, como queriendo perpetuar su ascendencia de los ollers, y como si de un aldea moruna se tratara. Frente al agrupado caserío donde discurría la amplia y profunda acequia se había construido un banco con rajoles cara vista, donde se disfrutaba de tan apacible sombra, favorecida por la frescura de la corriente del agua tan cristalina. Para acceder a la llamada alqueria de Benito (anteriormente Blay Martí), feudo que se encontraba enfrente y para cruzar el canal, se disponía de una palanca, la puerta principal se encontraba cara a poniente. Por aquella mi primera visita, el vecindario mayoritariamente estaba compuesto por huertanos, creyentes en su mayoría, y sentían gran veneración por el dominico Sant Vicent Ferrer. El dominico valenciano que según Martinez Aloy.-“Tanto gustaba de apostolizar por estas huertas”. Por aquellos tiempos aun pude contemplar algún retablo de taulellets manisers, que reproducían al santo valenciano.
Si emprendías viaje desde la ciudad para llegar al caserío, se hacia por el Camino Viejo de Burjasot (actualmente calle Bautista Esteve Ximeno), donde te encontrabas con una deliciosa toponimia, botigueta de Ramoneta, alqueria de Toni, Castelló o del Foraster, antes Colejal; el floriste, alqueria Ballador, alqueria del Ciri, l` estrela i ,Geroni.

ETIMOLOGIA Y ORIGEN DEL TOPONIMO




(*) “Las grafías documentales recogen perfectamente la trayectoria fonética del topónimo. La voz geográfica encuentra apoyo interpretativo en el vocablo común Olleria, alfar, -alfarería procedente igual que oller, del latín. En efecto, el latín vulgar Olla (del latín clásico AULÚLA, olla) originaria también la forma derivada ollarius, de donde nuestro oller formó el valenciano el derivado de Olleria base de nuestro topónimo.
Ya en el Repartiment encontramos lexicado como topónimo el vocablo oller, con la grafia Olarios, y también con la forma latinizada Ollarius.
El topónimo no es exclusivo del Reino de Valencia: Hay Olleria en Jaén. La forma Olleros representa topónimos diversos en Salamanca, Orense, Lugo, León y Palencia. Datos todos estos que vienen a probar la razón semántica del nombre, en relación con la idea de alfarería”.

(*).-Maria D. Cabanes, Ramón. Ferrer, y Abelardo Herrero.- “Documentos y Datos para un estudio Toponímico de la Región Valenciana”.-1981.
ASENTAMIENTO DE LOS TEMPLARIOS

El rey Zeyan, o Abú Zayan y por otros historiadores conocido por Abou-Djomajt Ben Sellan, emir de Valencia, (que anteriormente fue el que destronó al rey Abú Zayd) abandonado por la suerte y por sus alcáides de las diferentes fortalezas situadas alrededor de la ciudad que sucesivamente se iban entregando o pactando con el rey aragonés, favorecido por esta y otras circunstancias al respecto, el erudito historiador Vicente Boix, escribe:
“D. Jaime que con la mayor seguridad pudo en consecuencia, avanzar hasta la playa del Grao y tomar sus disposiciones para dar el comienzo el sitio de Valencia, su ejercito ascendía a setenta mil infantes, y dos mil caballos, compuestos por aragoneses, catalanes y provenzales, algunos castellanos y numerosos aventureros, ingleses, franceses e italianos, de los que habían militado en las cruzadas sobre Jerusalén, y entre esta muchedumbre de extrañas costumbres, usos e idioma, figuraban diferentes obispos, abades y religiosos que seguían al rey en esta expedición”.

Como luego nos indica Don Vicente Boix; con todos los preparativos y contingencias previstas, ordenó desplegarse al ejercito cristiano para la conquista de la capital del reino: “Y estableció su campamento a la parte del Mediodía en la alquería de Ruzafa. Los ballesteros de Jaca, con un escuadrón de la caballería del Temple, se situaron en la huerta de esta ciudad, cuartel de Benimaclet, parte de levante entre este lugar, el Grao y la ciudad.”...

V. Boix, prosigue el relato con un hecho histórico íntimamente relacionado con esta partida cuando nos dice.-”El maestre de los templarios acampó con sus caballeros en la misma huerta, partida de la Olleria, cuartel de Campanar *(Este sitio fue cedido por el rey al maestro del temple y a sus cincuenta caballeros, como consta en el real registro SUPER DONATIONE VALENTIAE. Era 1277(año 1239). Extinguida aquella orden militar, pasó la propiedad de ese terreno a la de Montesa: y se halla situado entre el camino de Burjassot y de Moncada, quedando desde entonces por recuerdo la cruz de piedra, llamada la Cruz de Moncada.”

“Los catalanes se situaron al poniente de la ribera del Turia, y el comendador de San Jorge de Alfama al Mediodía en el cuartel de Patraix, y la caballería tomó posesión en una altura que había junto al río seco de Torrente.”


“La retaguardia compuesta de la gente de Tortosa, quedó situada cerca del punto que ocupaba el rey, a la otra parte del Turia, sobre la orilla del mar y la marjal, en el partido de Castelló de la Albufera, cuyo terreno repartió luego el monarca entre algunos soldados almogávares”.
Como queda anteriormente demostrado, el ejército cristiano fue desplegándose en círculo por l`Ollería, Marjalenes, Benimaclet, El Grao, Ruzafa y Patraix, hasta quedar sitiados los arrabales y la ciudad de Valencia.

El historiador y militar Vicente Gascón Pelegrí, estudia la táctica empleada por el numerosísimo ejército cristiano frente al escaso número de defensores musulmanes y nos dice:
“Por su parte, la guarnición sarracena se componía tan solo de diez mil hombres, los cuales optaron por encerrarse dentro de la ciudad, y organizar la resistencia a ultranza, encima de la muralla”.


La lectura concerniente a la conquista de Valencia, según la versión de diferentes historiadores al ser tan breves estos textos puede causar al lector la equivocada impresión, de que la conquista de Valencia, fue una cruzada, o guerra de muertes continuas y destrucción del adversario. La realidad fue otra, la contienda entre cristianos y musulmanes duró doce largos años, y en el transcurso de los mismos, hubo épocas de lucha y tiempos de pactos de paz y de treguas. Esta forma de practicar la guerra permite a los vencidos que puedan continuar viviendo en las mismas moradas y seguir enseñando a sus hijos la religión de Alá. Esta teoría queda avalada por el esclarecedor texto debido al historiador R. Ferrer Navarro cuando asegura -que la guerra como tal, tan solo adquiere ciertos momentos de dureza en contadas ocasiones, el relato aclaratorio del investigador queda expresado en los siguientes términos; “La violencia del ejército conquistador solo se da en contadas ocasiones en la conquista de las tierras al sur del río Júcar, en tal caso jamás se habla para nada de cruzada”

La entrada victoriosa a Valencia por el Rey D. Jaime I y sus invictos ejércitos, fue el día 9 de Octubre de 1238. Después de la Conquista de Valencia, la documentadísima catedrática A. Cabanes, nos dice: “Los musulmanes, formarían el grupo más coherente y homogéneo de la Valencia reconquistada. Nuestra hipótesis los supone en posesión de unas mil doscientas casas aproximadamente, las cuales explotarían bajo tipos de contratos diferentes”.

(*) Es oportuno aclarar que cuando posteriormente el historiador y catedrático de la Universidad don Vicente Boix redacta esta crónica, Marchalenes, la Olleria, Benimámet, Beniferri, Benicalap, Orriols y Borbotó todos estos lugares se encontraban incorporados al cuartel de Campanar. La palabra cuartel, actualmente tiene el significado de distrito. Por lo tanto nada que ver en el momento de la reconquista de Valencia .Hasta la década de los años sesenta la estacioneta del trenet, llevaba el nombre de la Olleria.