sábado, abril 19, 2008

ANTIGUA PLAZA DE TOROS DE VALENCIA

ANTIGUA PLAZA DE TOROS DE VALENCIA

EL CARAFAL DE MARCHALENES

Juan B. Viñals Cebriá

La plaza de toros que se instalaba en el siglo XVIII en el arrabal de Marchalenes, es un hecho posiblemente ignorado por muchos de los actuales vecinos de esta antaño típica barriada. La plaza de toros de la Zaidia o de Marchalenes según el historiador Orellana, por los años mil setecientos y pico fue el núcleo principal de las corridas de toros que se celebraban en la ciudad de Valencia. Salvador Carreres, de manera jocosa también dice, que entre los días 22 hasta el 30 de de septiembre de 1755 se celebraron en esta plaza diferentes festejos taurinos. Desde siempre los valencianos de las tres provincias, han sentido una gran afición por la fiesta de la tauromaquia. Las autoridades municipales, por las incomodidades que producía a los transeúntes y compradores del Mercado Central, eran reacias a conceder permiso en este céntrico lugar a los organizadores de festejos taurinos. Por lo tanto estos se vieron obligados ha instalar els carafals en diferentes lugares de la ciudad de Valencia, y en muchas ocasiones se instaló en Marchalenes, concretamente en la conocida Plaza del Llano de la Zaidia, cuyo palco principal o de autoridades se encontraba frente la desaparecida creu del camí de Marchalenes. En definitiva muchas dificultades y trasiegos tuvieron que soportar la Junta del Hospital General de Valencia, hasta que se consiguió ver realizada por fin, la flamante y actual plaza de mampostería de la calle de Játiva.
”El origen de la fiesta de los toros en Valencia se pierde en la oscura noche de los tiempos. Las más autorizadas opiniones sostienen que los romanos importaron a España la afición al circo, la cual decayó casi por completo durante la dominación de los godos y visigodos, hasta que, ocupado posteriormente por los árabes el territorio español, volvió a renacer, si bien sustituyendo a la lucha de gladiadores y de fieras por la lidia de toros, en la que ostentaban su pujanza y brío los más esforzados adalides de las distintas tribus sarracenas. La nobleza española, que bajo todos los conceptos sostenía una rivalidad sin limites con la musulmana, tomó una parte muy activa en tales diversiones, no solo impulsando por el espíritu y la galantería dominante en aquella época, sino también que nadie cedía en serenidad, esfuerzo y valor. Muchos fueron por este motivo los caballeros cristianos que se distinguieron en la lidia de los toros y adquirieron gran celebridad y renombre, por su singular destreza y bizarría. Valencia que nunca ha podido contar con pastos para la cría de reses de tales condiciones, es acaso de los pueblos más antiguos en donde se ha ejercido la tauromaquia como ley caballeresca, o como fiesta popular. Mucho interés despertó la afición a la fiesta de los toros, así como apetencia de ganancias en la organización de los primitivos corros, pues el 27 de de enero de 1612, ya se solicitó a Felipe III, un privilegio del derecho de renta de los corros de los toros de la municipalidad de Valencia, celosa por sus intereses y también por la comodidad del publico, hizo siempre cuanto pudo para alejar del mercado esta diversión. El Hospital fue atendido por SM y, en Real Cédula de trece de julio de 1742, se revocó la del quince de julio de 1741, que mandaba hacer corridas en la Plaza de Santo Domingo. Esto no bastó para que el ayuntamiento cejara en sus instancias, en términos que en los intervalos e indecisiones tuvo el Hospital que buscar sitio en el Llano de la Zaidia de Marchalenes”
Queremos recordar que en otros lugares de la ciudad también se celebraron también corridas de toros, pero por lo que a nosotros nos ataña, nos referirnos al importante carafal de la Plaça de la Çaidia.
“La plaza del Llano de la Zaidia, siempre fue cuadrada; pero su situación varió según los cálculos y gusto de los maestros carpinteros, que tomaban por su cuenta la construcción de los tinglados (carafals). Unas veces se hizo teniendo a su lado N. paralelo a la acequia de Algirós que pasa lamiendo el Monasterio de la Zaidia, apoyando el vértice N.O., sobre el puente antiguo frente la cruz que todavía existe. Otras se ladeaba toda ella de modo que este lado paralelo comenzando desde el mismo punto frente la cruz, tomaba la dirección oblicua al molino Villacampa, y en este caso cortaba la acequia, sobre la cual se construía la plaza. Generalmente, cada uno de los cuatro lados de esta plaza tenia doscientos veinte palmos valencianos; había tres puertas, una daba frente a Santa Mónica, a cuyo lado N. estaba el toril, otra frente al pretil del río y otra en el camino de Marchalenes, encima de la cual estaban los palcos de las autoridades”.

En el siglo dieciochesco, una tarde de toros o de cualquier otro festejo taurino de los que se celebraban en el carafal de Marchalenes, suponía un espectáculo multicolor y toda una diversión para la época. El trasiego de los entablados y de la piezas para concluir la plaza; el ir y venir dels mestres fusters (carpinteros) para dejarlo todo a punto y en su punto. Antes de la hora programada la plaza quedaba engalanada en cada uno de sus rincones y cada empleado hacia lo propio para el posible y normal desarrollo del festejo (areneros, alguacilillos, torileros, porteros, etc.…).Primero el espectáculo de la arriesgada desencajonada de las reses bravas. Las colas para adquirir las entradas. El emerger de las gentes quienes formando remolinos humanos entusiasmados esperaban ver la llegada de los toreros, sus cuadrillas y los mozos de espadas; carruajes y calesas, portando a las guapas cupletistas de los más importantes teatros de la ciudad, quienes aparecían luciendo bonitos mantones de Manila, mantones, que después eran extendidos en sus barreras. Mientras tanto la laureada Agrupación de la Música de La Vega, no cesaba de interpretar airosos pasodobles. Todo en sí, era festivo, por lo que los más curiosos no cesaban de ir de un sitio para otro, para no perderse nada de lo que por allí ocurría. La mayoría de la marejada de espectadores se trataba de labradores venidos de los poblados limítrofes quienes aparecían ataviados con la clásica brusa negra huertana. Los gremios que presumían de conocer el secreto de la fiesta, eran tratants i corredors d`orella, carnissers y blanquers (curtidores).La mayoría de los espectadores iban provistos de ostentosos puros habanos.
Junto a la avalancha de espectadores provenientes de la ciudad y de los pueblos, se congregaba toda una grey de vendedores y aiguders, portando el preciado líquido con botijos de arcilla, no faltaban tampoco los horchateros. Alrededor de la plaza como si de un mercadillo medieval se tratara se colocaban tenderetes con todo un sinfín de las más variadas chucherias, toda esa diversidad de vendedores pregonaban con potente vocerío las bondades de la mercancía, lo que impregnaba al ambiente, un bullicioso sabor festivo alrededor de la plaza de toros de la Saidia en el populoso barrio de Marchalenes.


Bibliografía.
.Juan Miquel de San Vicente.”Memoria sobre la Plaza de Toros de Valencia”.-1861.
.Juan B. Viñals Cebriá.-“Marchalenes huerta y marjales (…)”2001.

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