Marchalenes: poblado, arrabal o partida, nunca alqueria, debido a que el topónimo germinó en la hondonada donde se conformaban las diferenciadas tierras marjales a la vera del río Turia, en el septentrión de extramuros de la ciudad de Valencia. (Misceláneas de su historia)
Juan B. Viñals Cebriá
En el capitulo anterior nos referíamos a la desaparición de las huertas en este arrabal como consecuencia de que durante el periodo de los últimos años del S. XIX y primeros del S. XX, es cuando el Ayuntamiento de Valencia decide ampliar la ciudad y se realizaron las dos Grandes Vía y la expansión urbanizadora por esta parte del “l`horta nord”.
En el presente capitulo hablaremos sobre el avecindamiento en el reino de Valencia, y muy especialmente en nuestro territorio. Según explica el profesor M. Sanchis Guarner, que recoge los testimonios de Roca Traver y Gual Camarena, el proceso repoblador del reino de Valencia al igual que en este territorio, fue lento, y prosiguió así durante el S. XIV. El nuevo reino continuaba con estructuras y costumbres musulmanas, regidos con holgada tolerancia por parte de los cristianos. Con relación a nuestro arrabal de extramuros nacido a la vera del antiguo Guadalaviar debemos decir que los musulmanes moradores de estas fértiles tierras, mitad lacustres, mitad huertanas, eran apasionados amantes de la agricultura, y se sentían seducidos por las vegas y huertas regadas por las caudalosas acequias que discurrían a lo largo y ancho de este territorio, Tormos, Mestalla, Rascanya, “braços” de Algirós y Rambla, Petra o Esperanza, como designa Cavanilles, en 1795 a este importante brazo de la de la acequia de Mestalla; además el gran sabio botánico ignora en su gran obra el nombre de nuestro arrabal, posiblemente por la dificultad que encuentra en referirse a Marjalena. Por todas esas especiales circunstancias, este arrabal era uno de los lugares preferidos de los musulmanes que, por una causa u otra, se veían obligados a abandonar la ciudad de intramuros. Los antiguos moradores de este arrabal muy trabajadores, disfrutaban del reparador descanso bajo las apacibles umbrías que proporcionaban los árboles frutales y las protegidas moreras que proporcionaban un verde jubiloso junto los cañaverales que germinaban a la vera de los cauces de las muchas acequias, “sequiols i sequioletes”, que regaban todas las vegas, huertas de esta partida o distrito. No es muy difícil suponer lo felices que serían los antiguos pobladores de este luminoso lugar, tan favorecido por la abundancia de sus aguas y la proximidad con la gran ciudad. Todas estas favorables circunstancias hicieron que aumentara cuantiosamente el censo “d’aveinament” en este arrabal, si añadimos que Jaime I ordenó que todos los musulmanes que residían dentro del recinto amurallado de la ciudad desde ese mismo día, cumpliendo el mandato real estaban obligados a desplazarse y sentar sus moradas en los “ravals” d’extramurs”. El delicioso clima que se disfrutaba, la abundancia del agua, y la fertilidad de estas vegas y huertas, unido a la decisión real de hacer residir a los moriscos fuera de los muros de la ciudad, fueron los motivos de la gran afluencia de nuevos moradores musulmanes y consecuentemente fuese la causa de que hasta casi terminada la primera década del S. XVII “Los numerosos moriscos que moraban en los arrabales de la orilla izquierda del río fue la causa de que a los habitantes de Marchalenes se les designase comúnmente con el nombre de moradores de Argel, y al arrabal inmediato, o sea la calle Murviedro, se le llamase Argel pequeño, o como se dice en valenciano Algeret”, en clara alusión a la ciudad africana de la otra orilla del mar Mediterráneo. Lo más terrible en este luminoso “raval”, era la proximidad con el río Turia y sus cíclicos y temidos desbordamientos, a lo cual hemos de recordar el último lamentable y trágico desbordamiento que tuvo lugar en octubre de 1957.
Bibliografía.Luís Mª. Minguet Albors.-“Historia de Santa Mónica (…)”.-1904.Juan B. Viñals Cebriá.-“Marchalenes (…)”.-2000.
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