(Recuerdos de su historia)
Juan B. Viñals Cebriá
Por lo tanto nuestro antiquísimo poblado, hasta principios del siglo XIX, era como un paraíso donde podía yacer encubierta la fortuna para los hombres de propensión clara y pulso sereno. Hay quien piensa que en este poblado o arrabal, prendía el oro cual vegetal de las ramas de los árboles de los más variados frutos que se cultivaban por estas ubérrimas huertas, o se multiplican las ganancias en las espigas de los arrozales que se sembraban tanto en les terres marjalenques, o junto els aigua molls a la vera de la acequia de Tormos: eso fue siempre una verdad a medias, pues el oro dels marjalers se llamaba intuición, esfuerzo, tesón, y sacrificio, además disfrutaban del valor añadido que supone la proximidad del gran mercado, que era la gran ciudad.¡Qué esfuerzo más sobrehumano! Muchas de estas tierras, en la más remota antigüedad antes de ser trasformadas en fértiles huertas, fueron como bien dijo el erudito Roque Chabás.-“junquerales y almarjales”. Recordar, que muchos de aquellos fértiles campos, antes de ser horta, fueron baldíos aigua molls. Las dificultades con el que hubieron de encararse los primitivos Marjalers, y a fe, que lo consiguieron con sapiencia y trabajo, fue canalizar el agua, que sobrante con demasía en algunas partes, inteligentemente era llevada donde hacia falta en otras partes de la huerta. Había que transformar los terrenos baldíos, y por lo tanto más que esforzase, habia que sacrificarse duramente en el quehacer diario. De no contar con personas tan porfiadas e inteligentes, una amplísima franja del territorio de este arrabal hubiese permanecido yerma durante centurias de siglos, todo como consecuencia de la descomposición de las aguas estancadas. Pero hay que reconocer lo que han hecho los labradores en el antiguo poblado, lugar o distrito, para trocar en huerta fecunda los baldíos humedales. La denodada lucha frente los marjales y junquerales, iniciada por nuestros pobladores primitivos en toda aquella prehistórica Valencia, fue una lucha dura, que costo cuantiosísimas vidas y esfuerzos indomables. Muy escaso es lo que se ha escrito sobre la tenacidad, y el esfuerzo desplegado por aquellos primeros moradores de tan delicioso clima, como de tan dificultoso territorio. Poco se ha contado sobre aquella odisea que tuvieron que sobrellevar para canalizar el agua, y en otras zonas encauzarla debidamente. Lamentablemente se ha escrito muy poco si exceptuamos los posteriores pero certeros escritos de Vicente Blasco Ibáñez, el novelista valenciano más universal, y del botánico Cavanilles, siglo XVIII. Quien dijo.- Continuara...
BibliografíaJuan B. Viñals Cebriá.-“Marchalenes (…)”.-2000