Rafael Marí Gimeno es un octogenario que se siente orgulloso de su condición de -mestre moliner- (maestro molinero) uno de los oficios más antiguos y de mayor raigambre y tradición en las tres provincias valencianas y en España.
Autodidacta, hecho a si mismo, con muchos años y mucho trabajo a sus espaldas, quien de manera jocosa dice, -“que, “vaig anar a escola a Marjalenes, y lo expreso tal como lo dejo escrito don Nicolau Primitiu”. (Fui a la escuela de Marchalenes).
Rafael, cuando tan solo tenía diez años ya trabajaba junto a su padre para cuidar las diferentes mercaderías que trasportaban en el carro, en 1943, cuando tan solo contaba catorce años, de la mano de su hermano Pepe, seis años mayor que él, empezó a trabajar en un taller de molineria que existió en la calle Visitación,
Conforme pasaban los días iba empapándose de los secretos del oficio, motivo por lo cual al tiempo escalaba puestos dentro del estricto escalafón laboral, “con diecisiete años con otros compañeros mas mayores efectuábamos salidas del taller para realizar en los propios molinos las reparaciones que precisaban”.
Rafael, pasado el tiempo, por su seriedad y experiencia era a quien enviaban para realizar determinadas trabajos. En ocasiones dado el volumen de las piezas a reparar era acompañado por ayudantes. Ésta situación se prolongó hasta que se incorporó al servicio militar.
Una vez licenciado, se incorporó al trabajo en la misma empresa.
Los desplazamientos y los viajes eran ya más continuados y los trayectos más largos. Eran aquellos tiempos cuando se produjo una masiva migración a Sevilla de labradores valencianos experimentados en el cultivo, siembra y recogida del arroz. Con celeridad hubo que instalar molinos en Andalucía; por esas circunstancias la empresa se vio con la necesidad de ampliar el negocio en aquella región incorporando la sección de montaje de trilladoras y molinos para elaborar arroz.
“Por mis continuados desplazamientos visitas y relaciones personales con los dueños de muchos de los molinos en uno de ellos ”Arroces Marqués” me hizo una oferta de trabajo, tan tentadora, que no pude rehusar, aún sopesando la amistad y lo vinculado que me sentía con la empresa -hermanos Torrejón, pues eran ya diecinueve años los que llevaba trabajando con ellos.”
El empleo, que de manera tan pertinaz le habían ofrecido no resultó lo interesante que de antemano creía, “en fin, que era tanto el agobio que tenía que soportar diariamente en éste nuevo trabajo que cuando no era por un motivo, era por otro, por lo que a los seis meses de manera amistosa decidí rescindir la relación laboral, la cual cosa no afectó a nuestra amistad ni mucho menos”.
Al mismo tiempo que Rafael exponía su decisión, les hizo saber también la intención de independizarse, por lo cual los dueños le plantearon ser sus primeros clientes, “en concreto, que aún tuve que quedarme durante todo un año sin salir del molino y trabajando únicamente para ellos. Durante ese tiempo, había corrido la voz entre el mundillo de la molineria sobre mi idea de independizarme, por lo que algunos dueños de molinos se pusieron al habla conmigo”.
Con todo el trabajo realizado Rafael se despidió, manteniendo la amistad, y es entonces cuando nació el germen de lo que después sería el taller de -Molineria Marí Gimeno-.
Mientras tanto, los trabajos los realizaba en los propios molinos aunque tuvo que recurrir al porche de la casa de sus padres hasta que más tarde adquirió un pequeño bajo en la calle Montañana.
Por esos tiempos, un amigo le hizo saber que una firma francesa que poseía cinco molinos, precisaba un técnico de molineria. Por creerlo de interés Rafael, recopiló y envió a la empresa gala su abultado dossier con sus referencias labores. En respuesta, le dieron el trabajo con la sola condición de que debía de pasar un mes de prueba en un molino de Marsella.
Habían transcurrido cuatro meses cuando habían concluido los trabajos que había propiciado su hermano Pepe, quien había dejado el empleo con la intención de trabajar juntos. Al finalizar esos trabajos, lo aprovechó Rafael para trasladarse a Marsella que dado el tiempo trascurrido, el puesto estaba ya ocupado, “pero como, antes de llegar al destino, me había detenido en Perpiñán para saludar aun valenciano que tenia un molino, al cual le comenté el motivo de mi viaje, por lo que me dijo, que si no cuajaba la cosa, tenía trabajo en su molino. De regreso conforme lo hablado, al día siguiente empecé a trabajar, pero al no abonarme lo pactado y vista la informalidad, me puse ha trabajar en una carpintería y cuando finalizó el contrato de tres meses, decidí regresar a Valencia para trabajar con mi hermano, es entonces cuando adquirimos una nave en Marchalenes donde establecimos el taller de -Molineria Marí Gimeno-, es entonces cuando nos unimos todos unieron los hermanos, -Vicente, se había despedido del taller Torrejón, y Manolo el mayor, era quien se ocupaba del despacho, los cuatro formábamos una autentica piña la cual cosa nos propicio relacionarnos con los molinos de mayor prestigio, incluso, nos solicitaron y construimos maquinas para tratar el cacao, y otras para partir almendras, que las tuvimos que montar en Trípoli (Libia).
Al tiempo nos relacionamos con elaboradores de horchata, ya que habíamos construido un aparato para el lavado de la chufa que dio un buen resultado”.
En otra ocasión, Lácteas Cervera, le habían construido un aparato para el filtrado de la horchata con tan desproporcionadas dimensiones,-“que realizando el mismo trabajo, el que nosotros habíamos inventado quedó reducido a sesenta centímetros cúbicos, tan interesante era aquella maquina, que sobre tenerla patentada nos lo plagiaron, la cual cosa nos hizo abandonar esa línea para dedicarnos plenamente a la molineria”.
Llegada la hora de la jubilación primero lo hicieron sus hermanos mayores, y Rafael, que era el más joven, recibió una oferta de Maicerías Españolas, para trabajar como encargado en el molino, y así lo hizo hasta los 60 años que se jubiló con 46 años trabajados.
El Mestre Moliner- nos recuerda antes de concluir, “que el molí d`Umbert de principios del s.XX, sus continuadores fueron la familia Lluch y posteriormente fue conocido como molí Serra, donde efectuamos una reforma general y dejamos ensamblada la maquinaria más moderna que existía en aquellos momentos, en ese molino actualmente se encuentra el Museo del Arroz”.
Con añoranza nos dice para terminar, “muy pronto desaparecerá el oficio de –Mestre de Molíns-, (Maestro de Molinos) ya que con las nuevas tecnologías los fabricantes más importantes de ésta complicada maquinaria se encuentran en Alemania y Japón, por lo tanto desde ahora ya no hacemos falta los de nuestro oficio y por eso la fecha de caducidad ”.